Relaciones tóxicas: cuando el amor se convierte en dolor

Al iniciar una relación, uno se “lanza” a la aventura sin pensar en los errores que podrían transformar el amor, en dolor. La violencia es la escala extrema de intoxicación de las relaciones. Pero hay signos de alarma para salir a tiempo de este espiral.

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Lamentablemente, la violencia es cada vez más frecuente en las familias. Normalmente, este tipo de conductas inicia muy temprano, dentro del ámbito del noviazgo, y no saber detectar a tiempo los signos de alarma es lo que ocasiona que años después, terminemos preguntándonos cómo llegamos a situaciones extremas, en donde las heridas son muchas, no solo para los miembros de la pareja, sino también para los hijos, que años después sufren las consecuencias de las malas decisiones de sus progenitores.

La sicóloga Leny Lugo, explica que hay que poner la mira en el inicio de la relación, cuando comienzan a darse comportamientos agresivos de parte de uno de los miembros de la pareja (varón o mujer) que tienen por objetivo demostrar conductas de dominio y control sobre la víctima.

Una de las características de la violencia en la pareja es que se da dentro del ámbito de lo privado y es ejercida generalmente del hombre hacia la mujer (aunque hay casos opuestos).

La sicóloga señala que para una persona que está atravesando una situación de violencia, es importante considerar “la frecuencia y la habitualidad de las conductas violentas”. Por otro lado se debe tener muy en cuenta “el método o la forma de violencia que se ejerce contra la víctima”, enfatiza la especialista.

Otro rasgo muy marcado que caracteriza a una conducta violenta en pleno desarrollo es que no se da solo con la persona con quien el agresor convive actualmente, sino también con exparejas.

Existe una faceta inicial de la conducta violenta, y detectar esto a tiempo puede salvarnos de llegar a un punto de no retorno, en el que incluso la vida esté en riesgo.

Se trata de la construcción progresiva de relaciones de manipulación entre los miembros de la relación.

Puede empezar con pequeñas acciones que buscan prohibir al otro sencillas acciones como salir con amigos.

“La relación la manipulación es una lucha de poder, se trata de demostrar ‘quién manda’, dentro de la pareja”, nos cuenta la terapeuta.

Al permitir estas mínimas conductas, y dejarlas avanzar, es donde se produce el llamado “círculo de violencia”.

“No es solo la violencia física de la que hay que preocuparse, esa es la que se ve, donde generalmente sale a luz pública o la víctima denuncia. Pero está la otra, la violencia psicológica, donde están presentes los insultos, agravios, bromas, burlas”, precisó la terapeuta Leny Lugo.

Dentro de las relaciones de violencia algo que la especialista denominó “una rueda de poder”, que por lo general va de extremo a extremo. “Una arista es la violencia sicológica, otra es la sexual”.

La profesional enfatizó que ninguno de estos extremos es bueno, y no se debe permitir en ningún caso.

“Dentro de esta rueda, se van viendo sutiles cosas, como las burlas, intentar tener el control sobre la otra persona impidiendo que se relacione con los amigos, etc”, agregó Lugo.

En el ámbito de las parejas con hijos, se dan otras amenazas más fuertes, incluso utilizando a los menores para amenazas. “Expresiones macabras como ‘voy a matar a tu hijo’, lamentablemente, se dan”, contó la sicóloga.

Una de las características del violento es intentar constantemente generar miedo en la persona, y de esa manera lo controla.

“Esas son las pequeñas cosas que van ocurriendo dentro de una relación tóxica de pareja”, comenta la profesional al tiempo de añadir que la violencia extrema que llega a poner en peligro la vida se da en muchos casos cuando uno de los miembros de la pareja decide dejar la relación.

“Entonces, la persona violenta siente que perdió el control sobre el objetivo que quiere conseguir. Esta es una cultura machista en donde generalmente la idea de ‘es mía’ mantiene a la mujer como de su propiedad”, señaló la experta.

Lo que sucede desde el aspecto de la sicología es que, desde el momento en que el miembro de la pareja que padece conducta agresiva siente que se le va de las manos el objetivo, se genera una desesperación en la persona. “Se carga de energía, y como para poder liberarse empieza a tener conductas desmesuradas. Ahí vienen las acciones que tienen consecuencias como acorralar, apuntar con armas de fuego, y cuestiones más graves”, manifestó Leny Lugo.

¿Cómo se detecta a tiempo para que no llegue a un incidente peligroso?

-Situaciones tras situaciones, acumulamos emociones y cuando las guardamos más tendemos a desrregularnos emocionalmente. Cuando ocurre algo como el término de la relación la persona comienza a desesperarse y siente que lo perdió todo. La clave está en no acumular para no llegar a este momento de conductas violentas desmedidas. 

Pero, ¿qué pasa cuando el agresor asume que tiene una conducta violenta? ¿Hay una esperanza de tratamiento?

-Efectivamente, sí. Si la persona asume su conducta o la falta de habilidad de poder controlarse, existe una forma de reestructurar esa conducta dañina. Pero lo más importante es que, de ser posible, la propia persona tome la decisión por cuenta propia de ira una terapia. Si es obligada o enviada “por orden judicial”, es un poco más difícil que se logren los resultados esperados.

“A partir de que la persona acuda al consultorio sicológico, será el profesional el que aplicará una técnica cognitivo-conductual o una terapia de aceptación y compromiso como para revertir esa conducta agresiva”, afirmó la terapeuta.

¿Se puede reencausar una familia con niños después de la violencia?

-No sabría decir si se puede reencausar, pero siempre quedan fantasmas y una herida emocional dentro de la víctima de violencia. No sabría si podría funcionar y mantenerse con el tiempo la nueva unión después de la violencia.

¿Hay reacciones que pueden ocasionar daños. ¿Cuáles son algunas estrategias para autocontrolarnos?

-Cuando estamos enojados, ante un obstáculo que se interpuso a nuestro objetivo, nuestro cuerpo en sí tiene una reacción. El enojo y la ira son emociones, y está bien sentirlos. Pero ahí es donde debemos reconocer cuáles son los síntomas de esa emoción. Por ejemplo, se tensa todo el cuerpo y empezamos a sudar. La función de esa emoción es preparar al cuerpo como para conseguir ese objetivo que no pudimos conseguir. La clave es utilizar esa energía de otra manera. Al reconocer las sensaciones de nuestro cuerpo, en ese mismo momento podemos poner un alto y decir “me retiro”, para no agravar la relación. Literalmente dar media vuelta y salir de la presencia de esa persona con la que en este momento entramos en conflicto, para no desbordarnos en nuestras conductas.

¿Qué pasa con los matrimonios que todavía están unidos pero con violencia de por medio? ¿Cómo resguardamos a los niños?

-Si estamos dentro de un entorno violento, mantener el matrimonio solo por los hijos es unan cuestión a analizar bien para tomar una decisión acertada. En el intento de darles una familia a nuestros hijos a veces les generamos otro tipo de trastornos. Esos niños crecen y se convierten en adultos con muchas dificultades, porque la violencia se va transmitiendo de generación en generación.

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