La leyenda de la Rata Blanca

Con una legión de sus fans coreando cada una de sus canciones con gran fuerza, el grupo argentino de metal Rata Blanca volvió a presentarse en Paraguay.

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La noche era calurosa dentro del Polideportivo del Club Olimpia, fuera del cual una multitud enorme esperaba con ansias pronto reemplazadas por impaciencia el momento de que se les permitiera acceder al lugar donde horas después se reencontrarían con los integrantes de una de las bandas de metal más emblemáticas de Latinoamérica.

El reloj se acercaba a marcar las 21:30 cuando, ante un marco de público ya formidable, los primeros teloneros de la noche, el grupo local Querubes, salía al escenario para dar al público una sesión de calentamiento. El público sediento de metal les dio un recibimiento de locura, celebrando cada canción -la banda presentó un repertorio de temas como Equilibrium, Traces of sorrow y Crudo invierno- con entusiasmo, coreando a todo pulmón el nombre de los locales.

Un similarmente cálido recibimiento tuvo la otra banda local telonera, Muireadach, que sigue destacándose no solo por ser uno de los pocos grupos de la escena metalera local en contar con vocalización femenina, sino que por derecho propio sus canciones conquistan a un público que se les ha vuelto firmemente fiel, adicto a la imperiosa e imponente voz de Niahm Muireadach y el sonido más etéreo con el que la acompaña Morgan Muireadach en canciones como Ride the storm y Darkness.

Mientras los teloneros hacían lo suyo, el público había colmado en gran medida el polideportivo, cerrando un marco inmejorable para la fiesta principal, que se haría esperar hasta alrededor de las 23:30.

Fue entonces que una explosión de euforia contenida durante muchos minutos de espera sacudió el polideportivo con la aparición de los argentinos en escena y el inicio del concierto de Rata Blanca con la canción El reino olvidado. Fue como si el primer “riff” rompiera un dique y toda la fuerza de la multitud se manifestara con repentina ferocidad. No sería la única vez que pasaría en la noche.

El show siguió con 71-06 (Endorfina), que instaló el “mosh” entre la multitud, y luego con Solo para amarte. “Vamos a hacer que esta noche sea inolvidable”, proponía el vocalista Adrián Barilari.

Siguieron El beso de la bruja y Volviendo a casa, que fue acompañada con un coro masivo de innumerables voces frente al escenario. Talismán dio continuidad a la fiesta, y El círculo de fuego era vociferada por fans subidos sobre los hombros de otros. El show ya era todo lo que uno podría esperar de un concierto de heavy metal digno de llamarse tal.

Un fantástico solo de batería de parte de Fernando Scarcella fue el preludio de un prologado e impresionante segmento instrumental que luego dio paso a Caballo salvaje. Luego vinieron La otra cara de la moneda y Aún estás en mis sueños, que volvió a desatar el frenesí entre los cada vez más sudados pero invariablemente enérgicos fanáticos.

La multitud cantaba los riffs de la guitarra de Walter Giardino mientras sonaba Chico callejero, tras lo cual una explosión de luces de colores acompañó una muy celebrada interpretación de Guerrero del arcoíris.

La ominosa declamación de Bajo el poder del sol fue seguida de otro himno de metal clásico, Puerta secreta, que a su vez fue sucedida por la celebración de la música de las guitarras eléctricas y las baterías contundentes que es Abrazando al Rock and Roll.

Ya era hora de ir cerrando el espectáculo, y no podía haber forma de que este se diera por terminado sin que dos de los más grandes temas de la banda hicieran retumbar el recinto. Así, la multitud coreó con toda su fuerza Mujer amante, y el mosh se abrió cual remolino en el medio del mar para que el show llegara a su clímax con La leyenda del hada y el mago.

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