Brasil: Elecciones presidenciales, mañana

RÍO DE JANEIRO. El vencedor de las elecciones de mañana en Brasil, sea la mandataria Dilma Rousseff o el opositor Aécio Neves, tendrá como primer reto unificar un país dividido tras la campaña más polarizada e impredecible de la historia.

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Para el historiador inglés Kenneth Maxwell, director de Estudios Brasileños en la Universidad de Harvard, cualquiera que resulte elegido el domingo, tras “una malhumorada y polarizada campaña que parece un tiroteo al viejo estilo”, tendrá que trabajar “para reunir los pedazos”.

“Espero que el próximo presidente, quien quiera que sea, tenga la humildad de reconocer lo que es rechazado por la mitad de la nación y se dedique, con ahínco, a su reunificación”, afirma la especialista en redes sociales Cora Rónai en un artículo en el que describe un Brasil dividido y envenenado por el rencor, los insultos y la agresividad en estos medios.

La segunda vuelta medirá mañana a la presidenta y candidata a la reelección y a un combativo líder opositor, que, pese a la ligera ventaja que la jefa de Estado alcanzó en las encuestas en los últimos días, tienen índices cercanos tanto de intención de voto como de rechazo.

Según la firma Datafolha, cerca del 48 % de los electores dice que votará a la mandataria y un 37 % asegura que nunca la votaría, porcentajes que son peores para el senador socialdemócrata, que cuenta con el 42 % a favor y el 41 % de rechazo total.

“Gane Dilma Rousseff o Aécio Neves, el nuevo presidente habrá conquistado tan sólo a la mitad de los electores, es decir que estará al frente de un país dividido por discursos maniqueos, que colocaron de un lado a los pobres y del otro a los ricos, de un lado el sudeste y del otro el nordeste, o de un lado los esclarecidos y del otro los ignorantes”, argumenta el novelista Luiz Ruffato en una de sus columnas de prensa.

El secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, Marcelo Neri, asegura que, independientemente del vencedor, el país saldrá de las urnas polarizado, “en una situación pésima”, y tendrá que tenderle puentes a una oposición fortalecida.

Esa polarización se vio agravada por una campaña en la que abundaron los ataques personales, las falsas acusaciones, las provocaciones y las ofensas, hasta el punto de que el 71 % de los electores, según Datafolha, considera que “el grado de agresividad de la campaña es inadecuado”.

El propio presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), José Antonio Dias Toffoli, intervino en la última semana para pedir a los candidatos que se limiten a debatir propuestas debido a que, en su opinión, el tono de la campaña es “tan bajo” que ya provocó “episodios de intolerancia y de agresiones entre los electores”.

“Esto se convirtió en una campaña de vote al menos peor”, advirtió Dias Toffoli, para quien los candidatos están más interesados en destruir el rival que en defender ideas, antes de anunciar la prohibición de propaganda electoral en radio y televisión que incluya ataques.

En la última semana no faltaron peleas campales en algunas ciudades entre grupos que portaban las banderas rojas del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), de Rousseff, y las azules del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), de Neves.

“Esta es una elección muy disputada. Les pido que no ocurra ningún tipo de violencia. De ningún lado. Los conflictos físicos tienen que ser repudiados. Pido tranquilidad”, tuvo que advertir la propia mandataria en una rueda de prensa.

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, antecesor y padrino político de Rousseff, dijo que el clima de “histeria” de la actual campaña electoral sólo era semejante al que vivió el país en 1954 y que antecedió el suicidio del entonces presidente Getulio Vargas.

Pero el propio Lula, un día después, echó más leña al fuego al comparar a los adversario de Rousseff a nazis, y al calificar a Neves como un “hijito de papá” que engrosa la voz para dirigirse a las mujeres.

Si el alto grado de agresividad de la campaña es visible en las calles, con choques de militantes de partidos rivales, en las redes sociales llega a niveles de intolerancia, con comentarios políticos de cualquier persona que reciben decenas de elogios y duras críticas en pocos minutos.

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