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La comunidad internacional ha encendido la alarma sobre la violencia, que ha dejado más de 3.000 muertos, según estadísticas de la Iglesia católica.
Al menos 80 fosas comunes han sido ya identificadas en esa región del centro del país, escenario de crecientes choques entre las fuerzas de seguridad y milicias tribales desde septiembre pasado.
La violencia se disparó en 2016 cuando Kamwina Nsapu, un jefe tribal de un territorio cercano a la frontera sur con Angola, abiertamente desafió la autoridad del gobierno del presidente Joseph Kabila, lo que provocó la arremetida de las fuerzas de seguridad en la zona.
Nsapu fue asesinado en una operación policial en agosto de 2016, pero su ejército de hombres armados sigue combatiendo creyendo que aún está con vida.
En febrero la ONU acusó a las milicias de Nsapu de “atrocidades (...) incluyendo el reclutamiento de niños soldados” , pero también condenó a las tropas gubernamentales de un “uso desproporcionado de la fuerza” .