Mayoría de los pilotos que sufren depresión lo ocultan

BERLÍN. La mayoría de pilotos que sufren depresión lo ocultan a su compañía o a las autoridades aéreas, según un estudio difundido hoy por el diario “Bild”.

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Esto, en relación a Andreas Lubitz, quien presuntamente estrelló de modo deliberado el Airbus de Germanwings con 150 personas a bordo, el pasado 24 de marzo.

De acuerdo con ese medio, Lubitz, quien según las investigaciones en curso había estado buscando en internet hasta la víspera de la catástrofe métodos para suicidarse, no es un caso único entre los pilotos que tratan de ocultar su problema a sus superiores.

Un análisis del director del departamento de medicina de la Organización Civil Internacional de la Aviación (ICAO, en inglés), Anthony Evans, datado en noviembre de 2013 y citado por ese medio, reflejaba la existencia de serios déficits en el seguimiento de la salud mental de los pilotos.

Aproximadamente un 60% de los pilotos que sufren algún tipo de depresión deciden seguir volando sin comunicarlo a los estamentos correspondientes, concluía ese estudio, basado en un total de 1.200 casos de profesionales del sector con ese diagnóstico. Un 15% de ellos decide tratarse en secreto, con medicamentos que consiguen por sus propios medios, y apenas un 25% declara a su empleador que sigue tales terapias.

El estudio es fruto de una larga observación, con datos recabados entre 1997 y 2001, siempre de acuerdo con ese medio, que recuerda la enorme presión a que están sometidos los pilotos y el hecho de que un diagnóstico de depresión implica su retirada de servicio. La edición dominical de “Bild” indica, asimismo, que Lufthansa -la aerolínea matriz de Germanwings- ha sostenido hasta ahora que sus procedimientos de selección de pilotos están entre los más rigurosos del mundo.

La Fiscalía de Düsseldorf, que investiga en entorno del copiloto, reveló unos días atrás que Lubitz había recibido hace unos años, antes de conseguir su licencia como piloto, tratamiento psicoterapéutico por “tendencias suicidas”. Al registrar sus viviendas -la propia, en Düsseldorf, y la de sus padres, en la población de Montabaur (ambas en el oeste de Alemania)- se descubrió que estaba en tratamiento y que además tenía una baja médica para el día de la catástrofe, que no había comunicado a Germanwings.

Según la aerolínea, Lubitz informó a su escuela de vuelo en 2009, al retomar su aprendizaje tras una interrupción de meses, de que había sufrido un episodio de depresión grave del que presumiblemente se había restablecido.

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