París al desnudo, literalmente

PARÍS. Púdica, hasta ahora. París se abre al nudismo, cuyos practicantes, en su empeño de derribar prejuicios, van conquistando espacios como un museo, un restaurante o una bolera, no sin levantar las objeciones de los más puristas.

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Francia es ya el primer destino mundial de nudismo: con 2,6 millones de ejercitantes en el país, la cifra supera los cuatro millones en verano, según datos de la Asociación de Nudistas de París (ANP).

Pero el salto de las playas y los cámpines a la capital es un fenómeno reciente, que la coloca en la línea de otras ciudades con más tradición, como Berlín, Múnich, Estocolmo y Londres.

“Hasta ahora tendíamos a pensar que era mejor no mostrarnos” en París, admite a la AFP Cédric Amato, vicepresidente de la ANP, que cifra en 88.000 los nudistas en la región de la capital. Pero varios datos demuestran que la ciudad, que este domingo celebrará la primera Jornada Parisina de Nudismo, estaba de sobras preparada para abrirse a esta práctica, contando además con el apoyo clave de la alcaldesa socialista, Anne Hidalgo, y de sus socios ecologistas.

Un restaurante nudista, “O’Naturel” , abrió sus puertas en el este de la ciudad –puntualmente transformado en pista de baile con DJ– y en unos meses se sucedieron eventos como una partida de bolos con 140 participantes, o el primer espectáculo de humor en el que artista y público se rieron en cueros.

Pero la iniciativa con más resonancia fue la visita el mes pasado al Palacio de Tokio, un museo de arte moderno y contemporáneo, que recibió 30.000 demandas para 161 plazas. “Respondemos a un interés de nuestros adherentes que quieren practicar en la ciudad, pero estas visitas también hacen que se hable de nosotros”, reconoce Amato, cuya asociación ambiciona otras actividades en museos como el Centro Pompidou y en “monumentos históricos”.

Pero los más puristas parecen huir de esta prolífica propuesta urbana: gracias a la ANP y al acuerdo de la alcaldía de París, desde el año pasado es posible tumbarse desnudo al aire libre, en un discreto pero amplio espacio situado en el bosque de Vincennes, pulmón verde situado en el este. Este lugar rodeado de árboles y arbustos, para “no imponer ninguna visión a nadie”, según Amato, será escenario el domingo, durante la Jornada Parisina, de una clase de yoga y un picnic para el que se han interesado unas 3.000 personas. Sentado junto a un grupo de amigos que conoció precisamente aquí, Johnny, de 70 años, se felicita de haber “legalizado” este lugar. “Nos saca de la clandestinidad y permite que se constate que aquí no sucede nada reprensible”.

Para este jubilado, el nudismo facilita los encuentros: “Las barreras sociales desaparecen. Nadie lleva una gorra Hugo Boss o, al contrario, de Zara”, afirma.

Unas 50 personas, en su inmensa mayoría hombres, disfrutan de unos tímidos rayos de sol. En un día caluroso, no obstante, puede haber hasta 500 personas, “demasiadas”, según Johnny, quien privilegia la tranquilidad por encima de las actividades masivas. Junto a él un hombre de mediana edad, que se niega a dar su nombre, critica por su parte la iniciativa del Palacio de Tokio: “No le veo ningún interés, tiene un lado muy snob, típicamente parisino” .

Más apartada, una pareja homosexual que tampoco quiere identificarse y que trabaja en el sector comercial, afirma que ni se les pasa por la cabeza comentar en el trabajo que frecuentan este lugar o exhibirse en un museo. “Yo me enteré de que existía esto porque mis colegas se reían de ello” , afirma uno de ellos, asegurando que se trata de un espacio muy “gay-friendly” .

Nadia Sabah, una de las pocas mujeres presentes, ha colocado tres paraguas abiertos en el suelo para disimular su cuerpo. “Con los hombres nudistas no siento ninguna agresividad, pero me protejo de los voyeristas alrededor porque los hay de vez en cuando. Por esto hay policías por aquí”, explica.

Las mujeres son minoritarias en la práctica nudista de la capital, pero según Amato el número de adherentes femeninas a la asociación pasó en los últimos años de 3 a 70, de un total de 417 actualmente. Sabah, que tampoco se sumaría a una propuesta urbana porque lo que le atrae es la naturaleza, admite que a este bosque ya había venido años atrás a desnudarse disimuladamente, “pero entonces la policía me reprendía por exhibicionismo”.

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