El fin de la era del ñembotavy

Propongo un ejercicio que consiste en convertir la afirmación “El fin justifica los medios” acuñada por Nicolás Maquiavelo en una pregunta: ¿El fin justifica los medios? El interrogante nos da la posibilidad de debatir.

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Para las personas que, equivocadamente o no, determinan su mundo, su trajín cotidiano con base en principios innegociables, la respuesta es NO. Algunos amigos me han dicho que “no negociar” consignas o valores no es bueno en política y que el costo de la “intransigencia” es “no ganar nunca” y por ende “no estar en el poder, para –según los negociantes– hacer el bien”.

A la luz de los resultados parece que para la ANR –y, en general, el modelo se replica en el PLRA y los demás partidos políticos– con tal de resultar vencedores en una puja electoral (cualquiera sea) son capaces de aliarse hasta con el mismo Satanás.

El discurso “Todos somos 1”, donde el único propósito que subyace es “teñir de rojo la mayor cantidad de municipalidades del país”, es un mensaje que no debe pasar desapercibido, pues implica que no importa cuánto daño se puede hacer al Paraguay si se proclama como autoridad a un narcotraficante, a un prófugo de la justicia, a un ladrón, a un analfabeto, a un ignorante: lo importe es ganar, expandir el poder.

¿Qué mérito puede tener para los líderes de un partido político alistar en sus filas a personas sospechadas de hechos de corrupción, de tener vínculos con el narcotráfico, el contrabando o el lavado de dinero?

¿Qué orgullo puede sentir un Presidente de la República que se ufana de “solventar la campaña de un candidato a la presidencia de su partido con su dinero” cuando gobierna un país con 1.300.000 pobres y pobres extremos?

“El fin no justifica los medios” y eso debemos entenderlo para poder acceder al ilustre título de ciudadanos. En este construir (nos) democrático es hora de dejar de ser ñembotavy: Si un color es más importante que la patria a la hora de votar, un puesto público es tu motivación, una polka te saca más suspiros que la situación de pobreza y miseria extrema, entonces, mi amigo, lamento decepcionarte: no sos un ciudadano, sos un simple “elemento del sistema corrupto y prebendario que tenemos”.

Por último, cuando escucho a muchos trabajadores, profesionales, amas de casa, funcionarios públicos, recolectores de basura, jóvenes que votaron por primera vez, expresar con un inexplicable orgullo: “Estamos en el poder, ganamos”, me nace decirles que no ganaron un carajo; les aseguro que “poder” es lo que menos tienen. Intenten cambiar algo de la estructura de gobierno (de su gobierno que votaron), por más mínimo que sea, y me darán la razón.

Kattya González, presidenta de la Coordinadora de Abogados del Paraguay.

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