El giro hacia un autoritarismo populista

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En medio del enrarecido clima político centrado absolutamente en la intención inconstitucional de sectores oficialistas de instalar la reelección en la Constitución Nacional por vía de la enmienda, me gustaría hacer notar el sesgo autoritario con componentes populistas que va adoptando el gobierno (apoyado en este tema por el Frente Guasu y un sector interno del Partido Liberal Radical Auténtico, el llanismo) al apelar a una falacia “que la gente decida” pretendiendo con esto confundir a la ciudadanía, con la idea de la enmienda como una demanda popular, cuando en realidad representa un cálculo electoralista de las facciones políticas mencionadas.

Gino Germani definió al populismo como una forma de dominación autoritaria, a decir de Enrique Peruzzotti: “El populismo implica una clara preferencia por una forma directa de democracia y por lo tanto, rechaza la democracia representativa como inauténtica y artificial”. El denominador común es el discurso personificado en un único líder (HC y/o Lugo) capaz de aglutinar y dar respuestas a las múltiples demandas de los sectores ciudadanos, sin que medien intermediarios (otros poderes del Estado, organizaciones, partidos, etc.) en la relación entre el líder y su pueblo, por este mismo motivo, la institucionalidad carece de sentido en la medida que representa un obstáculo para la sugerida relación.

En el populismo el líder habla en nombre del pueblo, cree y siente que es el único que puede aglutinar todas sus demandas y por ello persigue la perpetuidad en el poder, sin atender a formalismos normativos, jurídicos o constitucionales, propios de las democracias contemporáneas. Los políticos populistas, suelen apoyarse en el nacionalismo e intentan legitimarse a través de métodos de consulta plebiscitaria.

Para comprobar la dimensión populista-autoritaria desde el Ejecutivo basta con revisar las manifestaciones vertidas en la última convención colorada, las recientes declaraciones de uno de sus más connotados representantes, Pedro Alliana, quien abiertamente manifestó hace solo unos días que “unos parlamentarios no van a truncar el sueño de la reelección” así como de la senadora y expresidenta de la ANR, Lilian Samaniego, quien solicitó “que se respete lo que la gente decida” por más que la Constitución claramente no permita la posibilidad de incluir la reelección por enmienda.

A casi tres décadas del inicio de la transición en Paraguay, la democracia sigue sufriendo producto de una clase política indiferente a las necesidades reales de la ciudadanía, incapaz de respetar las reglas de juego establecidas, priorizando intereses mezquinos y poniendo con ello en riesgo las conquistas obtenidas en estos años de transición democrática.

Si desde el oficialismo y sectores de la oposición se insiste en la tarea de no respetar la constitución nacional, la consolidación democrática seguirá esperando mejores tiempos.

Camilo J. Filártiga Callizo

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