El podio de la mentira

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Cada año, los niños y jóvenes entrenan nuevas estrategias para copiar en los exámenes y salir airosos en sus pruebas y de esa manera sostener por los años la odiosa cultura del copiatín, del autoengaño. Indudablemente con la aparición de la tecnología, los mecanismos han variado y no solo se ha modernizado sino, se logró su globalización. Sacando fuera el tema de los medios, corresponde reflexionar como sociedad sobre las causas y sus consecuencias. ¿Por qué copiar? Porque no se ha aprendido la lección. Si bien es la causa más frecuente, no es la única.

Detrás del autoengaño también existen padres extremadamente exigentes que torturan a sus hijos con el deseo o intención de la nota máxima... con el deseo de exhibir a sus hijos en un podio eterno, porque ello es vital para el buen nombre de la familia... Las hipótesis que esgrimen muchas familias a este respecto es que los abuelos, los tíos, siempre han ocupado esos podios y que así debe seguir la tradición. Numerosos estudios científicos demuestran que en un colectivo escolar se verifica una curva, en el extremo se encuentran un número inferior de alumnos con la máxima calificación.

¿Qué sucede hoy? Que numerosos alumnos utilizan el autoengaño para pasar a ese nivel más alto. ¿Y los docentes? Muchos agudizan sus sentidos para sorprender a los alumnos que copian... ¡otros jamás lo sabrán! ¿Y por qué se sigue copiando? Porque los test en la mayoría de los casos solo miden memoria y distan enormes distancias de una verdadera prueba donde la memoria debe ser sólo un mínimo aspecto a evaluar.

Pero mi mayor preocupación con respecto al autoengaño reside en el producto final. ¿Qué tipo de profesionales estamos ofreciendo a nuestra sociedad? Porque en escuelas y colegios aún se pueden formar y aprender de esos errores... pero si no se combate y se destierra de las universidades, donde este vicio se ha acrecentado, incluso con anuencia de los docentes, los estragos que causan y seguirán causando son cuotas que como sociedad permisiva y poco objetiva tendremos que pagar...

¿Estructuras que se caen? ¿Negligencias médicas? ¿Mal desempeño? ¿Corrupción generalizada? ¿Niños y jóvenes poco preparados para una exigente sociedad del siglo XXI? Son sólo algunas de las consecuencias del autoengaño. Construyamos una nueva generación que valore la educación, que se prepare convenientemente para los desafíos de la vida. Que autocensure la trampa y el engaño. Somos responsables los padres, los docentes, las instituciones educativas y la sociedad en general. Paraguay necesita un cambio de chip desde sus arcaicas estructuras.

Isabel Ortiz

Enlance copiado
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