Lágrimas del Ycuá Bolaños

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“Pero nada fue el degüello de los vencidos. Todavía quedaba por realizarse un horror sin precedentes en los anales de la humanidad. Pues bien, concluida la matanza de la soldadesca, el conde D’Eu lo mandó incendiar, después de tapiar las puertas y ventanas, dejando que pereciesen centenares de compatriotas”. Así decía Efraín Cardozo y se refería al Hospital de Sangre de Piribebuy, donde se encontraban 400 personas heridas.

Cuentan algunos vecinos que hasta hoy se escuchan los lamentos de los compatriotas fallecidos en tan desesperante circunstancia. Todo eso ocurría en el mes de agosto del 1869.

132 años después, la serena mañana del 1 de agosto del 2001 transcurría apaciblemente en el Barrio Manorá, de repente la sirena de un carro de bomberos irrumpió a alta velocidad por Sacramento, cosa normal y no llamó a nadie la atención. Seguidamente otra y otra… el concierto de sirenas se volvió infernal, señal que algo muy grave estaba ocurriendo en las cercanías.

A las 12 de ese mismo día el país conmocionado escuchaba una de las noticias más luctuosa desde la Guerra Grande… El supermercado Ycuá Bolaños estaba ardiendo y en su interior, sin posibilidad de poder salir, se encontraban cientos de personas con las puertas cerradas…y ¡llaveadas!

Al sonar la alarma de incendio, alguien ordenó llavear las puertas para evitar que salgan los clientes sin pagar sus cuentas. La orden fue ejecutada a rajatabla mientras salía de la chimenea una enorme bola de fuego que en su busca del aire recorría todo el súper matando instantáneamente a las personas que se encontraban a su paso, finalmente encontró la salida del estacionamiento incinerando todos los vehículos y a sus ocupantes.

Afuera, policías, bomberos, médicos, enfermeras, grupos de apoyo. Miraban y escuchaban impotentes los gritos desesperados que llegaban de aquel infierno.

Las noticias se renovaban cada 15 minutos, en principio se hablaba de la increíble cantidad de 100 muertos e incontables heridos, luego ascendió a 150, 200, 300 y, finalmente más de 400 fallecidos.

Al atardecer de aquel funesto día, los cadáveres eran colocados ordenadamente envueltos en bolsas en las adyacencias del supermercado. El lugar se llenó de llantos de los parientes y amigos que se acercaban desesperados buscando entre los irreconocibles cadáveres a sus seres queridos. Bajas nubes rojas se observaban a lo alto dando al ambiente un cuadro dantesco que ninguno de los presentes jamás podrá olvidar.

Transcurrieron 14 años y miles de personas no encuentran el consuelo. Durante años buscaron algo que aplaque su dolor, no solamente físico sino del alma y de repente un día pareciera que el milagro se daría finalmente: ¡El Papa vendría a Paraguay!

Inmediatamente las organizaciones propusieron agendar una visita del Papa por Ycuá Bolaños, hoy convertido en un siniestro oratorio con aroma a velas de las oraciones por las almas en pena.

Pero a último momento, cuando el Pontífice se acercaba, algo ocurrió y la seguridad optó por tomar la senda lateral creando el desconcierto primero y la ira después. El Papa pasaba por el lado que no se lo esperaba y al verlo llegar miles de fieles se largaron, rompiendo barreras, a la calle paralela de la Av. Artigas.

Por falta de garantías la seguridad de Francisco optó por retirarse a gran velocidad, mientras él hacía lo que podía: bendecir a las apuradas. Dios Bendiga a todos ellos esperando que la paz llegue finalmente a sus hogares y a sus almas.

Juan José Migliore 

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