Arroyos y Esteros, hecho mar

Un jinete cuyo caballo surca hasta la rodilla una picada hecha riacho y deja una estela. Manadas de ganado en éxodo hacia suelo más firme. Copas de árboles, palmares y techos de granjas que parecieran flotar sobre la inmensidad del agua.

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La naturaleza es agreste, indomable y hasta tiene una belleza salvaje que no perdona en Arroyos y Esteros, hoy convertido en una suerte de mar.

Los ríos Manduvirá y Yhaguy, que antes se veían desde el aire como dos hilos serpenteantes y rojizos de agua, ondeando pastizales y cultivos, hoy se ven fundidos en un maremágnum.

Las aguas rebozaron y unieron todo a su paso dejando entrever solo las copas de los árboles, palmares y techos de establecimientos. Los caminos internos y carreteras se convirtieron en picadas de agua. El resto es todo un espejo entre azulado y cristalino, no por el color, sino por el reflejo de la inmensidad.

Esta naturaleza salvaje inspira gran belleza desde arriba. Abajo, representa el suplicio y sufrimiento del hombre, el aturdimiento de los animales y cuantiosas pérdidas económicas.

A don Juan Antonio Pont se le inundaron 150 hectáreas y apenas le quedaron libres otras 40 hectáreas ubicadas en una zona un tanto más elevada que aprovecha para el cultivo de caña de azúcar. No le quedó lugar para mantener el hato: “El agua sobrepasa 1,20 metros sobre el campo. Tuve que llevar una parte de mi ganado hacia Tobatí y otra mantengo con forraje”.

Esto representa solo daños, un enorme sacrificio y desgaste hasta que la situación vuelva a la normalidad. Por ahora llevan dos meses en esta situación, pero es impredecible cuántos faltan.

Ignacio Bello, exintendente de Arroyos y Esteros, afirma que el momento que atraviesa la comunidad es crítico: “Estamos todos anegados entre Arroyos y Esteros y 25 de Diciembre. Somos damnificados. Yo tuve que alquilar otra propiedad para trasladar toda mi hacienda”, comenta al pintar un panorama común a todos los productores de la zona.

Hubo que contratar un transganado, juntar las reses y alzarlas para el traslado. Otros vacunos fueron guiados por tierra en tropa. El alquiler de propiedad se paga mensualmente y por cabeza.

“Estamos 14 propietarios de establecimientos y, como de costumbre, nuestro actual intendente ni siquiera ha aparecido. Al contrario, nosotros hacemos la ayuda a la comunidad afectada y nos auxiliamos entre todos”.

Bello asegura que al desborde de todos los riachos del área se suma toda el agua de lluvia que se descarga sobre la zona desde Carayaó y otros distritos más altos de Cordillera. “Es una inundación bárbara y está lloviendo ya otra vez. Cinco días cesó y ahora comienza de nuevo. Baja un poco el agua y ya empiezan de nuevo las lluvias. No sabemos hasta dónde irá. Es impredecible”.

Los productores del distrito saben muy bien que esto constituye un duro golpe económico para todos. Se pierden los cultivos y el ganado se resiente muchísimo. No hay pasto y los vacunos se mantienen con forraje. En tiempos de parición se pierden las crías y no se pueden realizar vacunaciones.

Pero la naturaleza es impredecible: “El año pasado hubo 9 heladas. Luego vino una sequía de 111 días y antes de crecer bien el pasto los campos se cubrieron de agua. Lo único que resta es enfrentar y estar preparados”.

María Elena Sánchez de Bogado, coordinadora de la Comisión Central de Productores Orgánicos Arroyense (CCPOA), asegura que están haciendo todo lo posible para dar la mano al prójimo en estas circunstancias y sobrellevar juntos la difícil situación en Arroyos.

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