La APF y sus tropelías (V)

Como viene siendo costumbre en las últimas tres décadas, la “liga paraguaya” de fútbol, solo pasó a ser un “fiscal intimador” y un “agente recaudador”, cuyo lucro ilimitado, fue desviado para reposar en las faltriqueras de presidentes y sus comités.

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 La APF tiene un enfoque torcido y desatinado sobre su función como matriz. Esta debería ser el comando central del progresismo, la generadora de riqueza para los clubes afederados y no supeditar su existencialismo gracias al servicio clientelar de las instituciones, esa dura expoliación a que son sometidos afín de satisfacer apetencias y caprichos meramente personales, bajo una supuesta administración medular y colectiva.

La APF es hija de los clubes quienes la han fundado par regir los destinos del fútbol nacional. Pero, se ha desviado por completo de sus originales propósitos. Así como hoy está planteada la estructura u organización de la APF, es para lucrar y engordar a una cúpula de fantoches que se enquistan en la organización. En consecuencia, se enriquece a la “liga” y se empobrece a los clubes, expoliándolos.

Una terrible realidad que fomenta abiertamente la corrupción, el atraso y el estancamiento de las entidades y del fútbol propiamente dicho. En realidad, esta cuestión debería ser totalmente del revés, los clubes ricos y una “liga” centinela, humilde y distinguida, cumpliendo su rol de celador-vigilante por el bien de la competencia deportiva y los atletas de la república.

Por eso es perentorio señalar que las personas que se insertan en el fútbol deben ser éticos, intachables y deportistas. En su mayoría, dejan mucho que desear. Traen consigo un arquetipo delincuencial que se impregna a la estructura futbolística del país, pudriéndola. Grandes personajes del submundo aparecen como “guía o señores” dirigiendo una “liga” o un club, siendo en realidad, un mal ejemplo para la sociedad.

Esto viene ocurriendo asiduamente. En el fútbol paraguayo de las últimas décadas, se ve que se arriman y se introducen a las instituciones deportivas personajes políticos, empresarios, individuos derruidos y legiones de galanes desgastados en sus labores particulares, es decir, toda una pléyade de gente impresentable y antideportiva.

Este aterrizaje en los clubes trae aparejado propósitos funestos como blanquearse socialmente, armarse económicamente, conseguir franquicias especiales de todo tipo y exhibirse desembozadamente para saciar su vanidad individualista. La impunidad que brinda el “fuero deportivo” es la figura más apetecida por los vividores del fútbol.

Cuando se aposentan en el club, articulan fórmulas y trazan estratagemas para protagonizar golpes inmediatos en detrimento de los intereses supremos institucionales. Con este método, cuando abandonan la entidad, lo dejan sumidos en el más completo atraso, en un desierto ruinoso, manando deudas en todos los frentes. Por eso, institucionalmente, los entes no progresan y su ruina paulatina mortifica.

Una de las rutinas para cambiar esta enfermiza situación reinante, es la inserción efectiva de los barrios en la marcha del club. Si la comunidad se involucra en “su pertenencia”, se fortalecerá la institucionalidad, no consintiendo ese aterrizaje de “extraños”, “arribeños” y “rateros”, verdaderos turistas que llegan a los clubes solo para concebir “golpes” furtivos.

Los visitantes “paracaidistas” arrebatan y se apoderan de las instituciones, como si el club fuera un patio baldío, una plaza pública o un excedente fiscal a expensa del más atropellador o del más vivo. Los piratas del fútbol se las agencian con innumerables instrumentos para protagonizar todos los desmanes posibles que le generen beneficios.

Como si los clubes estuvieran en un estado de abandono, se instalan y una vez aposentado, se niegan a marcharse. Por ello, como en la política, es imperioso poner límites a los mandatos en el fútbol, sin posibilidad de reelección como lo indica la misma Constitución Nacional, una disposición perfecta. Nunca debe sobrepasar los 5 años de gobierno. El cambio o la sucesión siempre equilibran, dinamizan y rejuvenecen las entidades.

Esta modalidad, este articulado debe ser extensivo a todos los cargos de la república, para que nadie intente forzar la perpetuidad, un cáncer nacional y antirrepublicano. Si no se pone coto, se tendrá el constante flirteo con la inamovilidad, condición que más tarde o más temprano, lleva al despojo patrimonial, atada a la absoluta impunidad que brindan los poderosos desde las sombras.

El fútbol profesional se prostituyó enteramente, porque abandonó el “espíritu amateur” de la competencia atlética, condición donde se prioriza el deportivismo por sobre el factor económico-comercial. La escala de valores se alteró y esa variación generó una insania en el “duelo deportivo”, donde por dinero se es capaz de pervertir, destruir y aniquilar. ¡Terrible!

El profesionalismo a ultranza, termina teniendo un efecto nocivo para la competencia deportiva, ya que incide contrariamente. Todos los juegos lúdicos se abandonan por el peculio a cualquier precio, como si fuera una ruleta de apuestas. Y es en este marco, donde se cuecen habas.

El tránsito por este sinuoso sendero llevó a un escándalo mundial a la FIFA, a la Conmebol y a otras ligas regionales que se asociaron para los gatuperios. Pero, ese acto de “purificación” no alcanzó al Paraguay, donde sigue el festín carnavalesco. (Continuará)

alcandia@abc.com.py

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