Nulidad total

Estas elecciones son nulas, desde donde se lo mire. La trampa montada desde el mismo gobierno, concretó una estafa mayúscula al pueblo paraguayo, siempre conculcado, excluido y escarnecido.

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Son horas aciagas para la república. Una patria atrapada por el sicariato político. Un campo de concentración para la tortura, el terror y el saqueo. Es la hora de gritar y desobedecer a la imposición de autoridades. Más que nunca amerita una rebeldía; en honor y gloria del pueblo paraguayo decente.

Por todo lo ocurrido, la ciudadanía misma debe declarar nula esta elección, viciada y contaminada por falsificadores y organizaciones fácticas. El resultado o la victoria oficial divulgada, fueron planificados entre cuatro paredes, produciendo alteraciones en los dígitos para forjar el triunfo mentiroso del candidato gubernamental. Fue un burdo escamoteo, una meticulosa usurpación del resultado real de las urnas.

Todo el escenario estaba prefabricado, producto de una ingeniería diabólica de la mafia cartesista junto a sus matones. El oficialismo sabía de antemano el libreto y solo esperaba el evento para consumarlo. Esta vez no hizo falta comprar cédulas o arrear votantes para llevarlos a sufragar. La modalidad aplicada fue de laboratorio, una producción fantasmagórica de actas paralelas.

La variable fue descubierta al concluir las justas ante la sorpresa general por ciertas imprudencias reveladas en el operativo oficial. El pueblo quedó tieso por la estafa monumental, pero deberá sacudirse y convocar a la resistencia por cualquier medio a su alcance, como manda el artículo 138 de la CN. Si no se defiende ante el malevaje de sus piratas, nadie lo hará. A los ladrones hay que atraparlos in situ, de lo contrario, seguirán robando por otros 5 años más.

La ciudadanía fue humillada y deshonrada en toda su dimensión. Esta rosca de facinerosos operó y sigue articulando tentáculos para obligar, apuntalar y confirmar su “producto final”, la victoria oficial. Nadie que se precie de patriota o pudoroso podrá aceptar semejante abuso u opresión de esta claque perversa que se atornilla al poder, al solo efecto de imponer a toda costa el tétrico continuismo.

El pueblo, los defraudados, los traicionados, rechazan esta votación y la declaran nula de nulidad insanable. La mayoría se opone a la coacción de resultados programados, esa fútil labor para interrumpir el cambio que decidiera la juventud y los adultos críticos.

Esta elección fue la derrota más grande que la civilidad independiente infringió a los falsos colorados, al hampa y a los enemigos de la nación, eternos atormentadores del Paraguay. Solo la extirpación podrá vencer a estos bandoleros diseminados por todo el territorio nacional.

Deseosos de seguir indefinidamente con el infortunio de la gente, el despojo y los grandes negocios del submundo del crimen, apostaron con todo al régimen gansteril, recurriendo a sus huestes, hurreros e incondicionales. Por eso, ellos estaban serenos, preparados para cambiar los resultados con las actas plagiadas, producto de connivencias y coimas jugosas.

Una nueva elección solo demostrará la fechoría en toda su dimensión. El atraco fue una afrenta gigantesca y grosera. Esta banda de delincuentes, que se resiste a marcharse, lo desempeñó impunemente, estimulados por la efectividad de su organización mafiosa.

Con el tráfico de influencia hasta el cuello y los órganos del estado sumidos a sus pies, todo le fue fácil para “oficializar” un resultado amañado y predeterminado. La Justicia Electoral no es tal, es un burdel, una trinchera pandillera que solo acata al capo y se niega a obedecer al pueblo. En consecuencia, nadie acepta la declaración oficiosa y fantasmal de la victoria oficialista, burda maniobra que es rechazada de plano.

En consecuencia, el Paraguay 2018 ya cuenta con un prontuario atroz: un presidente de la república máu, espurio o ficticio; senadores y diputados truchos; gobernadores y parlasurianos postizos; todos elegidos por la mafia y no por el pueblo. Son los “ilegales legalizados” por la camarilla del TSJE, sumiso y arrodillado al poder terrorista de turno.

Y ante la contumacia caprichosa de la banda mafiosa, no cabe otra circunstancia que movilizarse en todo el país, para que estas elecciones queden nulas y extinguidas. El sagrado anhelo popular obliga a realizar nuevas elecciones bajo reglas claras y clarificadoras.

Lamentamos que sectores de la prensa no reaccionen y permanezcan callados ante este colosal hurto, un furtivo complot de la mafia. Su silencio cómplice solo contribuye a la consolidación del dolo y la maquinación de grupos criminales que se adueñan de la patria. Hurgar y meter la nariz, es la norma primordial del periodismo… no cumplido.

El sufragio del 22 de abril pasado no ofreció garantías a la ciudadanía, de ningún tipo. La transparencia y el recato deberán ser la premisa y esas particularidades son la condición sine qua non para aceptar cualesquiera sean los resultados.

 

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