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Hace unos días, se desató una polémica cuando se dio a conocer que dos candidatos colorados a ocupar cargos en el Congreso, Carlos Viveros y Carlos Núñez, taparon una obra de arte realizada durante el “Latidoamericano” en una muralla para reemplazarla por propaganda proselitista.
Envuelto en contradicciones, Viveros primero argumentó que la pared se derrumbó, por lo que tuvieron que volver a levantarla; luego, se escudó tras la excusa de que la propiedad es privada y lo último que expresó fue que la pintura anterior donde se mostraban flores de tajy, en realidad, hacía referencia a un alucinógeno llamado “floripondio”; es decir, había un mensaje subliminal que debía ser removido.
Este es solo un ejemplo de cómo muchos políticos siguen recurriendo a las prácticas de pintar muros o pegar carteles en busca del voto de la gente; lo peor es que llevan a cabo estas acciones en contra de la ley porque hacen sus campañas proselitistas antes de tiempo.
Por otra parte, están quienes aún utilizan los viejos discursos de que se les debe votar porque visten determinado color de camisa y que, cuando asuman el poder, todos sus correlí “omanda tuicháta”.
Lo peor es que mucha gente se deja engañar por el político que llega hasta su casa y hace miles de promesas de un futuro mejor. Los candidatos hablan de mayores oportunidades de trabajo, mejor servicio en salud, más inversión en educación, etc., pero con palabras no se puede construir algo, sino con acciones. La fecha de vencimiento de estos proyectos llega el mismo día en que los políticos ocupan el cargo público al que aspiraban.
Las redes sociales son el medio que utilizan muchos candidatos para hacerse notar y convencer a los ciudadanos de que son “ángeles en la Tierra”; muchos políticos suben fotos con grupos vulnerables de nuestra sociedad, como ancianos y niños en situación de pobreza, aparentando así que tienen una gran sensibilidad y ganas de ayudarles a salir adelante.
La manera de hacer política en nuestro país es grave; primero, porque los candidatos emplean discursos de color, desafían a las leyes, engañan a la gente y se aprovechan de sus necesidades; segundo, porque los ciudadanos se guían por cuestiones superficiales al elegir a un político, sin analizar que un voto decide quiénes tomarán las riendas del país por cinco años.
Por Viviana Cáceres (20 años)