Caer en las garras de los prejuicios destruye nuestras relaciones cotidianas

¿Todos los cristianos son hipócritas y los metaleros satánicos ? Si tu respuesta a estas preguntas es sí, seguramente te dejás llevar por los prejuicios. Esta actitud, aunque sea de forma burlesca e irónica, hace daño a nuestras relaciones diarias.

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Al hablar de prejuicios a lo largo de la historia, llenaríamos las bibliotecas de libros sobre este agudo tema. Generalmente, se utiliza esta expresión cuando nos referimos a hechos de discriminación y no necesariamente a las burlas sarcásticas que comúnmente se hacen.

Seguramente, cuando te preguntan de qué ciudad venís y respondés de Luque, automáticamente esa persona te hará bromas como “esperá le quito el chip a mi cel” o “no me claves, porfa”, como si la delincuencia fuera característica de ese pueblo y estuviera ausente en todo el país. Por ello, los memes en redes sociales hacia “La República” son varios. Esta situación también ocurre con los humildes pobladores del barrio Ricardo Brugada, ya que al mencionar que provienen de esa zona, muchos hacen la relación “Chacarita = delincuencia”

Los prejuicios están presentes en todas las esferas de la sociedad y particularmente en el ámbito religioso. “Ajepa iñañave pe ohóva misahápe” es el rótulo con que muchas personas tachan a los feligreses cristianos, sumado además a otras expresiones como “fariseos” e “hipócritas”. ¿Acaso nos consideramos tan perfectos para tirar la primera piedra al hermano que procura ser mejor?

Es verdad que muchas aberraciones se cometieron en nombre de Dios; sin embargo, no olvidemos que si alguien tiene fe y cree que a través de su religión busca mejorar, no deberíamos juzgarlo. Ya lo decía la conocida frase de autor anónimo: “La Iglesia no es un museo de santos sino un hospital de pecadores”.

El aspecto sombrío de un metalero con su remera negra, alusiva a bandas legendarias del rock, parece imponer una imagen de miedo, aunque en realidad no sea así, ya que no falta algún que otro santulario que lo califique como “satánico”. La misma situación ocurre con las personas que llevan tatuajes, como si esas marcas en su cuerpo denotasen rebeldía o maldad.

Cuando vemos a alguien con silla de ruedas, muletas o algún defecto físico, aparece en nuestros rostros una expresión de “aichejáranga” sin conocer bien su historia. También olvidamos que nuestras miradas incómodas pueden herir sus sentimientos. Tal vez, aquella persona con capacidad diferente, tenga mayor autoestima y más buena onda que muchos de nosotros.

Categóricamente nunca podremos estar todos de acuerdo, por ello, los prejuicios se encuentran en nuestro día a día y forman parte de una sociedad que tiene tendencia a mirar las diferencias e ignorar las grandes similitudes que compartimos. Mejor no pudo haberlo dicho el reconocido físico Albert Einstein al afirmar: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Por Víctor Martínez (19 años)

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