Cuando el amor acaba, el corazón busca consuelo en poemas y música romántica

Este es un relato de ficción: “Eras mi persona favorita; ahora, un doloroso recuerdo”, escribe Sebastián, acongojado. El joven terminó una larga relación con su novia y se dedica a redactar textos que señalan la angustia desesperada por su amor.

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Sebastián miraba nostálgico la ventana de su hogar; afuera, el ambiente gris anunciaba la caída inminente de la lluvia. Con una taza de cocido en mano y sentado en su escritorio, el joven pálido de mirada perdida plasmaba sus angustias en el papel.

Había terminado una relación con su pareja, se conocieron desde que estaban juntos en el colegio. Aquella niña era el centro de su vida, compartieron buenos y malos momentos; ahora, ella se volvía un triste recuerdo que martirizaba su alma y, sobre todo, cuando su mamá preguntaba por la joven.

Seba nunca fue aficionado a las músicas románticas, pero durante esos días hacía una excepción; aquellas canciones eran su escape ante la crisis que lo angustiaba. Mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, comenzaba a escribir en un viejo cuaderno.

“Un corazón roto y un clima lluvioso se fusionan para una explosión de ideas”, pensaba Seba con resignación. A través de la escritura, el joven buscaba canalizar el mar de sentimientos en su interior. A nadie le enseñaba sus poemas, pues pensaba: “Algún día, a ella se los mostraré y comprenderá el mapa de mi corazón”.

“Es tan corto el amor y tan largo el olvido” señala una frase del memorable poema XX de Pablo Neruda; el joven era aficionado a sus escritos, ya que se sentía identificado con los versos del poeta chileno. Sebastián encontraba su refugio en la música y en las poesías.

El joven nunca comentó a sus pares el motivo de su separación. ¿Infidelidad, celos, falta de confianza? Al parecer, tenía vergüenza de mencionar el porqué de su ruptura amorosa. De acuerdo a comentarios de sus amigos, probablemente la rutina agotó la sólida relación con su novia.

Pese a su dolor, Seba no comentaba con nadie sobre sus angustias y ni siquiera publicaba en las redes sociales; siempre fue un joven reservado y prefería la compañía de los libros antes que salir de joda los fines de semana. Sin embargo, últimamente, no había viernes en los que no salía de la calidez de su habitación para sumergirse en el mar de gente en las discotecas. Comenzó a salir con muchas chicas, aunque ninguna apaciguaba su sed de amar; el único oasis en su desierto era su expareja.

“Soy víctima del hastío del amor, estoy cautivado en este limbo de placer. Tal vez, estas líneas sean elegías llevadas por el viento mientras mi corazón naufraga y queda sin conocimiento. Trataré de descifrar el enigma que tus ojos sellaron en mí. Tu voz era poesía y el bálsamo que perfumaba mi existencia en este infierno”, continuaba escribiendo Seba, desde el silencio y la soledad de su hogar.

Por Víctor Martínez (19 años)

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