El primer amor perdura en el recuerdo y deja dulces huellas en el corazón

Este es un relato de ficción: “Ojalá que el amor no se cruce en mi camino" era la súplica inquietante de Facundo, quien detestaba los noviazgos. No obstante, todo cambió al conocer a una bella joven que lo dejó cautivado y conquistó su frío corazón.

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Facundo era un chico normal, con aficiones comunes y un sentido del humor de muy mal gusto. Un detalle lo hacía diferente a los demás: nunca había tenido novia. Hasta ahora, sus compañeros recuerdan con gracia cuando Facu empujó en el barro a una nena que se le había declarado.

Aquel muchacho de ojos negros y mirada penetrante fruncía el ceño cuando veía a parejas tomadas de la mano; hacía una mueca de burla y pensaba en sus adentros: “¿Habrá algo más satisfactorio que estar enemistado con Cupido? Si lo hay, no quiero saberlo”.

Facundo detestaba cuando su borracho padre vociferaba contra la memoria de su difunta madre; palabras obscenas e irreproducibles eran las notas musicales de una oscura sinfonía de rencor. En casa, su iracundo papá le exhortaba a que solo amara al Todopoderoso y que no confiara en las mujeres. Curiosamente, aquel hombre tuvo “milagros” con una señora de Concepción.

Una tarde, luego de intensos entrenamientos en el gimnasio, Facundo volvía a casa, escuchando músicas con su inseparable auricular, pero en su cabeza retumbaban las groserías de su viejo, quien le infundió una fobia a las relaciones amorosas. De improviso, una joven se cruzó con él en la calle y le saludó con una tímida sonrisa.

Desde aquel encuentro casual, Facundo quedó obsesionado con ella. Con una sencilla sonrisa y un gesto de cortesía, el joven se sumergió en el dulce abismo del amor. Nuestro personaje descubrió que aquella mujer era nueva en su barrio y comenzó a verla casi a diario.

“Me enamoré, no puede ser, yo no soy así. Quiero que ella salga de mi mente lo más pronto posible", meditó intrigado Facu. Una semana atrás, se burló de su hermana de nueve años, quién veía la película Blancanieves y anhelaba tener un novio como el elegante príncipe. “No seas boba, los hombres son idiotas, pero no tanto como las que suspiran por ridículas historias de amor", le advirtió, irónicamente, a la niña.

Luego de casi cuatro meses de amistad, visitas al shopping y turismo interno, Facundo comprendió que el amor estaba allí, escondido tras una radiante sonrisa y un corazón de oro. El chico hizo una breve pregunta que tuvo como respuesta un suspiro y un tímido “sí".

Aquella fría noche de agosto, en una casa se apreció una postal conmovedora. Un viejo señor abrazó intensamente a una pequeña joven y se disculpó por los prejuicios que tenía hacia las mujeres. El único testigo de esa escena era Facundo, quien, con lágrimas en los ojos, miró a lo alto y suspiró el nombre de su mamá.

Pasaron los años y la relación con la bella dama que cautivó el corazón de Facundo seguía fiel. Al final, el joven comprendió que el amor no era tan malo como creía.

Por Víctor Martínez (19 años)

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