La imprudencia criminal de locos al volante deja a numerosas familias en luto

Las cruces y nichos al borde de las rutas nos muestran el rastro de la muerte debido a los accidentes de tránsito. La imprudencia de los conductores y la falta de educación vial son algunos de los factores desencadenantes de esta seria problemática.

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Un simple paseo en auto por las rutas del país puede transformarse en la última actividad de una persona, ya sea sola o en compañía de su familia. Cada fin de semana son infaltables, en los medios de prensa, noticias relacionadas a accidentes de tránsito en los cuales la mayoría de los casos arrojan resultados fatales.

Basta con encender el televisor, escuchar la radio o ver videos que circulan en las redes para ser testigos de las escenas desgarradoras que estremecen a todo aquel que las mire. Automóviles y motos destrozados, cuerpos sin vida con severos daños y rutas en pésimo estado son elementos presentes que conforman el macabro escenario en donde la muerte “cosechó almas”.

De acuerdo a un estudio realizado por el Ministerio del Interior, el saldo de fallecidos durante el año 2016 fue de 1025, es decir, aproximadamente 3 víctimas por día. También indica que el 53% de los accidentes fue provocado por vehículos, mientras que el 47% restante tuvo como protagonistas a las motos.

Existen varios factores a la hora de señalar las causas de los accidentes en nuestro país: la alta velocidad, el estado etílico del conductor, la pésima condición de las rutas y las inclemencias del tiempo. A pesar de los controles realizados por efectivos de la Patrulla Caminera, sigue siendo preocupante el elevado índice de estos percances y fallecimientos.

Aquellos que de milagro escapan de la muerte quedan con terribles secuelas físicas y emocionales. Pareciera ser que el destino les dio una segunda oportunidad para que, a través de sus dolores, reflexionen acerca de la gravedad de los accidentes.

Es triste señalar que muchas familias dejan partir a sus seres queridos a raíz de estos hechos provocados por la ineptitud y criminal desenfreno de muchos conductores, sobre todo de aquellos que, ebrios o bajo los efectos de estupefacientes, van al volante y ponen en peligro la vida de los demás. ¿Acaso se perdió el respeto por lo más sagrado que tenemos: la vida?

Es necesario que se redoblen esfuerzos por parte de las autoridades para garantizar la reducción de los accidentes de tránsito. Las clases de educación vial no deben quedar en la frívola teoría sino que tienen que ser puestas en práctica por parte de los conductores. Pero, ¿de qué sirve un buen manejo de los vehículos si nuestras rutas se encuentran en paupérrimo estado? Allí es donde el Gobierno está obligado a invertir los recursos adecuados para el óptimo mantenimiento de las vías. Con prudencia y responsabilidad al manejar el volante, los paseos serán tranquilos y evitaremos la muerte sobre ruedas.

Por Víctor Martínez (18 años)

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