Cargando...
“Una noche tibia nos conocimos, junto al lago azul de Ypacaraí”, dice una de las estrofas de la canción que Demetrio Ortiz dedica a dicho lugar turístico. Actualmente, el agua de allí está irreconocible y la gran pregunta que aún no tiene respuesta es: ¿Dónde estás ahora, Ypacaraí?
Lo que fue un emblemático sitio para los turistas y ciudadanos de nuestro país, por el agua azul del lago, se ha convertido en un lugar donde reinan la contaminación y la inacción de las instituciones competentes. Aunque está prohibido ingresar al lago, algunas personas entran a bañarse sin tomar las precauciones necesarias; esta acción constituye un peligro para la salud.
Muchas personas y empresas arrojan sus desechos en los arroyos que desembocan en el lago; a su vez, esta agua ya sucia fluye hacia el río Salado, por lo que el problema de la contaminación no solo afecta a este lugar, sino a muchos más. La falta de educación para el cuidado del medio ambiente es el principal problema de los ciudadanos, que no son conscientes del daño que causan a los recursos naturales.
A raíz de la contaminación que existe en el lago, las ciudades aledañas como San Bernardino, Ypacaraí y Areguá, íconos del turismo, fueron afectadas económicamente. Las ventas han disminuido, pues ya nadie quiere visitar el sitio, por el mal olor que ofrece y las moscas que pululan por allí.
El lago fue mundialmente conocido por la canción “Recuerdos de Ypacaraí", con letra de Zulema de Mirkin y música de Demetrio Ortiz . Sin embargo, hoy está en la mira de muchas personas a causa de las aguas negras que "adornan" el paisaje. A pesar de que se han "invertido" millonarias sumas en proyectos para recuperar el lago, el problema continúa y aún no existen soluciones.
Es el momento de que los ciudadanos y las autoridades se pongan a trabajar para volver a recuperar nuestro lago azul. No se puede seguir con la promesa que cada año ofrecen y que queda en el famoso oparei; mientras el pueblo no se levante para empezar el cambio, el lugar seguirá siendo contaminado por las personas y empresas que arrojan sus desechos al agua sin ningún tipo de remordimiento ni sanción.
Por Mónica Rodríguez (19 años)