“Las intensas lluvias derrumbaron mis esperanzas y nuestra humilde casita"

Este es un relato de ficción: Con dolor en el alma, tuvimos que decir adiós a nuestra pequeña casita del Bañado Sur. Las intensas lluvias de la semana pasada nos empujaron a buscar un nuevo hogar, ya que el anterior quedó devastado por la inundación.

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Quiere escuchar mi historia, señor, no soy de la Chacarita, pero sí provengo del Bañado Sur, también en la margen del poderoso río Paraguay.

Soy Antonio, un “cabezudo bodoque”, como acostumbra llamarme mamá. A mi corta edad de ocho años, puedo decir que me siento muy apenado y he perdido la alegría infantil. Conozco muchas historias sobre el río Paraguay, su belleza siempre me encantó. Por otra parte, también sé que a veces se torna furioso como si quisiera expulsar a todos sus amigos ribereños.

Mamá me contó que en una ocasión se quebró de impotencia ante las cámaras de un canal de televisión que quiso mostrar nuestra casita inundada por una terrible tormenta. Pareciera que ese triste recuerdo vuelve a hacerse realidad.

Debido a la intensa lluvia y los violentos raudales de la semana pasada, tuvimos que decir adiós a nuestra pequeña morada, por ello, mis alegrías y sueños se hicieron pedazos. Me despedí de mis compañeros de la escuela de fútbol, de doña Mariana, que me preparaba riquísimas empanadas a mil'i, y de mis buenos vecinos en general.

Mamá advirtió que tendríamos que buscar urgentemente un sitio alto. Ella está aterrada porque don Luciano, un viejo albañil del barrio, perdió a su pequeña de seis años y aún no pudo encontrar su cuerpito con el fin de rezarle su novenario.

“Che sy, moôpiko jaháta? Ñande nio ndaroikuaái avave Paraguaýpe”, cuestiono con rabia a mamá. Su silencio me lastima y me dan ganas de llorar amargamente. Asimismo, papá me abraza; no obstante, percibo que está re argel.

Hasta ahora no comprendo cómo mi pequeña casita, recinto en el que disfruté del rico cocido quemado de mamá y de las agotadoras tardes de fútbol en la canchita con papá, esté totalmente bajo agua. Mi querido Bañado Sur está inundado y no solo por las lluvias, sino de miseria y dolor.

Me da asco pensar que arañas, serpientes y otras horribles alimañas ronden por los restos de mi vieja casa. Siempre fui un chico valiente pero ahora siento terror.

“Después de la tormenta, viene la calma”, dice una popular frase. Ojalá sea verdad, porque ko'ãga ndaipori mba'eve porã. Espero alguna vez retornar a casa y recuperar mis juguetes e ilusiones que dejé atrás.

Anhelo hallar un albergue, comida caliente y abrigos. Mientras tanto, solo resta esperar y esperar; aún puedo abrazar a mis papás y en sus palabras de aliento encuentro fortaleza. Si Diosito quiere, seguiremos unidos y no habrá tormenta ni crecida que nos separe.

Por Víctor Martínez (19 años)

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