Las risas de un niño que trabaja en la calle esconden un montón de necesidades

La sonrisa de un chico de la calle opaca sus pies descalzos y su ropa rota. Para muchas personas, los niños que trabajan en las plazas son “felices”; sin embargo, la gente no conoce los sufrimientos por los que pasa un pequeño a causa de su pobreza.

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En las redes sociales es normal encontrar imágenes de niños sucios, flacos y harapientos, sonriendo con sus perritos. "Esta es la verdadera dicha" escriben algunos internautas en las descripciones de las fotografías, haciendo alusión a que se puede encontrar la alegría en las cosas pequeñas. Sin embargo, aunque el dinero no haga la felicidad, sí da oportunidad de alcanzar lo más básico para vivir de forma digna.

No es necesario viajar al interior para encontrar a personas subsistiendo en la precariedad; en la capital se puede ver el contraste entre los lujos y la pobreza. Los niños que ves haciendo “vuelta estrella” y cantando a todo pulmón son los mismos que piden moneditas en las plazas y viven en casas precarias hechas de terciada o hule.

A veces, cuando uno pasea entre las provisorias casas ubicadas en las plazas del centro histórico, uno se pone a pensar en las inmensas diferencias que hay entre la vida de aquellos hogares hechos de terciada y chapa, y la de quienes ocupan altos cargos en el Congreso.

“La ignorancia hace la felicidad” es la frase con la que muchas personas justifican que algunos sonrían aún estando sumidos en el desconocimiento y la pobreza. Sin embargo, las carcajadas de los pequeños en las calles, mientras intentan vender sus caramelos o lustrar zapatos, son momentáneas.

Resulta imposible saber cuántos maltratos reciben algunos niños en sus casas; los que salen a buscar unas moneditas para “ayudar a su familia”, bajo el sol o la lluvia incesante, se encuentran expuestos a miles de peligros, desde enfermedades hasta abusos físicos y verbales.

La falta de dinero, lejos de ser sinónimo de verdadera felicidad, representa una carga para muchas familias y, normalmente, los niños son los más afectados. Un padre que no consigue dinero suficiente para alimentar a su familia, posiblemente, caiga en una desesperación que lo lleve a maltratar de manera constante a su esposa e hijos.

Es cierto que no todas las familias de escasos recursos siguen este patrón, pero aun así no pueden escapar de las penurias de la pobreza. Muchas personas tienen verdaderas ganas de salir adelante y se esfuerzan para que sus hijos no crezcan en el peligro de las calles.

Es fácil opinar desde la perspectiva de alguien que no vive en medio de las carencias y que solo ve fracciones de segundos de la vida de los niños que trabajan en las calles, justamente esos instantes en los que juegan y demuestran a plenitud su inocencia infantil. Claro que, tras el breve recreo, volverá la cruda realidad.

Por Belén Cuevas (16 años)

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