Mientras algunos polis chatean en las calles, ¿quién podrá defendernos?

Los agentes policiales diariamente son los responsables de velar por la seguridad y la paz de los ciudadanos. Sin embargo, a algunos uniformados se los ve chateando en horarios de vigilancia. Entonces, si ocurre un asalto, ¿quién podrá defendernos?

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El concepto general que se tiene sobre un policía, ya sea nacional o internacionalmente, es el de garantizar el orden, la seguridad, la paz pública y el cumplimiento de las leyes, en cualquier lugar, sin importar la hora ni las circunstancias.

Un postulante para la carrera policial se ve obligado a pasar bastantes obstáculos y disgustos para llegar al objetivo. Lo irónico es que algunos de los que alcanzaron la meta muestran un lado poco profesional en las calles, como estar en una ronda de tereré y con el celular en las manos; entonces, ¿quién se encarga de la vigilancia ciudadana?

La problemática radica en el bajo nivel profesional de los uniformados paraguayos. Estos agentes se dan el lujo de chatear y hacer llamadas en horarios de servicio; inclusive, en varias ocasiones, ya se los vio al conductor de la patrulla y a sus compañeros con el celular en la mano, totalmente pendientes de su dispositvo móvil y no de la labor de vigilancia.

La Policía de nuestro país resalta la capacitación a base de seriedad y conducta, pero tanto en la patrullera como en la comisaría se ve a más de uno enviando un audio, escribiendo un mensaje o estando pendiente de sus redes sociales. Esa conducta forma parte de algo poco profesional, completamente contrario a la función que necesita de la mayor atención y prevención posible.

El chateo callejero del policía ya se considera un delito en otros países como Argentina y Colombia, donde las sanciones van de los 10 a 179 jornales mínimos, dependiendo de la gravedad del hecho. Sin embargo, en nuestro país todavía no hay ningún tipo de ley que sancione esta irresponsable falta.

Los “motochorros” se afianzan cada vez más en las calles; continuamente se vuelven más astutos e ingeniosos a la hora de evadir barreras o escapar de las patrulleras. Sin una preparación adecuada de nuestros agentes uniformados se duplicarán e inclusive se triplicarán los actos inapropiados de estos delincuentes que pasan desapercibidos por la gran mayoría de los policías.

Si seguimos por este camino, la delincuencia ya se podría afianzar de forma definitiva y progresiva. Sin agentes capaces y sin una reacción formal de la ciudadanía o de los mandatarios responsables ante esta inadecuada labor policial, habrá que acostumbrarse a lamentar víctimas de forma constante.

Por Ricardo Núñez (19 años)

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