Proyecto final, el mayor akãrasy de los futuros bachilleres

Las reuniones para empezar el trabajo, el pendrive que no lee tu compu, lidiar con los irresponsables y rehacer los objetivos son situaciones por las que pasa el grupo del proyecto final. Cursar el tercer año se vuelve un akãrasy para los alumnos.

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Llegar al último año de la media es la mayor satisfacción para todo estudiante, pues es el fin de una etapa escolar. Asimismo, cursar el tercer curso se vuelve caótico porque todos los trabajos prácticos se enciman y, para colmo, está el famoso “proyecto salida” que tenés que defender en noviembre.

En el grupo, nunca falta el “ñembotavy” que no quiere luego hacer nada y se pasa jodiendo durante la elaboración del proyecto, pero aún así sale beneficiado sin mover un dedo. Asimismo, están aquellos que a cada minuto te preguntan qué deben hacer, pero a la hora de pedirles alguna información salen con la excusa de que no tienen tiempo.

Es irritante para el alumno aplicado tener que aguantar al grupo que la profe le designó, pues está integrado por los más flojos del salón y realizar la investigación se vuelve una gran tarea. Las frases “¿quién hará el objetivo general?”, “mañana se debe presentar el anteproyecto” y “¿cuándo nos reunimos?” son las que irritan a todo líder de equipo, porque con las exposiciones y los exámenes resulta difícil programar las reuniones.

A veces, la enorme labor recae sobre uno o dos integrantes que se preocupan e invierten su tiempo en el trabajo, mientras que los otros se hacen de los ñembotavy y no colaboran. Al final, la profe solo te pide que tengas paciencia, pero con el grupito irresponsable se complica el deber.

Muchas veces, pensás que todo el proyecto ya está bien, tenés tu índice ordenado y solo te falta imprimir. Pero a la hora de corregir, a la profe se le ocurre decirte que te falta más contenido y que tu introducción está mal y al grupo no le queda otra opción que volver a sufrir.

“Ya está completo, solo falta imprimir y encuadernar”, es lo que dijo el líder del grupo que tenía guardada la información en su pendrive. Sin embargo, al llegar a la librería, la que atiende dijo que el dispositivo tenía virus y que no abría el archivo; la respuesta es como un balde de agua fría para el grupo.

Por suerte, un integrante logró guardar el trabajo en otro pendrive y así recuperan e imprimen el proyecto que más akãrasy da en en tercer año. Gastar mucho dinero en las impresiones, hacer actividades para cubrir la encuadernación, pagar la decoración del aula para el día de la defensa y leer una y otra vez las informaciones son algunas de las tantas situaciones que pasa un estudiante.

Esa satisfacción de poder decir “lo logramos” no tiene comparación. Y, si están iniciando su proyecto final, no se desesperen, recurran a fuentes confiables y hagan que el grupo brille a la hora de defenderlo.

Por Mónica Rodríguez (18 años)

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