Viví en la corrupción, enriquecí a la familia y olvidé a mi pobre país

Esta es una historia de ficción: Nunca pude diferenciar la maldad de la bondad; para mí son conceptos que se confunden fácilmente. Viví en la corrupción y la misma llenó de lujos a toda mi familia, sin saber que mis actos ilícitos dañaban al país.

https://arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/PTUXLMBADBELFPX3O6KQF7SL2M.jpg

Cargando...

Desde chico, los actos indebidos me proporcionaron bienestar; lo descubrí siendo niño, pues mi corrupción comenzó con pequeñas mentiras y manipulaciones. Debido a mi falta de honestidad, toda mi vida obtuve sin mucho esfuerzo lo que deseaba.

No me considero un holgazán; simplemente, soy amante de los caminos fáciles, aquellos por los que uno puede transitar sin sudar ni sufrir. ¿Para qué estudiar tanto si pude comprar mis calificaciones y también mi título universitario? Sacrificarse es para personas que no tienen dinero para pagar lo que necesitan; aunque, a veces, me avergüenza tener un flamante diploma de doctor y no saber nada acerca de las células o enfermedades.

Trabajé en un hospital público como médico clínico durante doce años sin hacer consultas, bueno, solo iba a la institución sanitaria para marcar presencia y luego volvía a casa a disfrutar de mi jugoso salario. Mi esposa renegó algunas veces porque le parecía injusto que yo haya ocupado el puesto que podría haber pertenecido a un doctor capacitado, pero si le regalaba alguna joya, sus protestas se esfumaban.

Se me presentó la oportunidad de involucrarme en la política; a esto le debo todas mis casas y autos de último modelo. Conseguir votos, abrazar a los candidatos, reír con ellos y no llevarles la contra son las labores más fáciles que he desempeñado, se parece a visitar a mi suegra un domingo, con la diferencia de que lo primero me asegura un jugoso ingreso mensual.

Recuerdo que una joven arrogante me enfrentó, me insultó diciendo que era un ladrón. Esa niña solo estaba decepcionada porque no posee los mismos lujos que yo; lástima que se autodenomina “defensora de los derechos”, yo le hubiera conseguido un buen cargo público. ¡Pobre idealista sin futuro, tan bonita que es!

Desde hace algún tiempo, los periódicos utilizan mi nombre como sinónimo de corrupto y, a causa de mi mala fama, ya estoy perdiendo todo. Meses atrás, los dirigentes de mi partido me culparon de un desvío de fondos en una institución pública que, en realidad, habían efectuado ellos. ¡Tantos votos que conseguí, botas que lamí y, al final, podría quedarme solo!

Empiezo a creer que, desde el principio, algo hice mal. Tal vez, la muchacha tenía razón y yo estuve disfrutando de un dinero que pertenecía a esos niños que andan por ahí con la panza desnuda y las costillas marcadas. Lo único que espero ahora es que nadie siga mi maldito ejemplo, que mis hijos no continúen con el legado de corrupción que enferma y mata lentamente al país y a sus habitantes. Ojalá no sea tarde para ellos.

Por Belén Cuevas (16 años)

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...