Fin del conflicto en Colombia, oportunidad científica para descubrir especies

BOGOTÁ. Secuestros, inaccesibilidad y violencia han mantenido a investigadores de la biodiversidad alejados de su trabajo de campo durante cincuenta años de conflicto en Colombia.

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Ahora, a las puertas de la paz con la guerrilla FARC, se preparan para descubrir especies y estudiar ecosistemas aún desconocidos.

Cuando en 2004 el ornitólogo Diego Alarcón partió a explorar la desconocida sierra del Perijá, en el noreste de Colombia, un grupo de guerrilleros del frente 41 de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, comunistas) lo secuestró junto a otro biólogo y un guía local. Durante su cautiverio, que duró tres meses, caminó cientos de kilómetros y vio muchas especies de aves desconocidas. Tomaba apuntes a escondidas de los rebeldes en papelitos para armar cigarrillos que aún guarda.

Pese a estar secuestrado, “nunca paró de hacer su labor de biólogo”, explica a la AFP Lina Tono, autora de la tesis “Animalario de la guerra y la paz en Colombia”, que incluye la historia de Alarcón. A Brigitte Baptiste, bióloga y directora del Instituto Humboldt, centro de investigación en biodiversidad de Colombia, le tocó huir cuando durante una investigación cerca del río Inírida (Amazonía), se acercó sin saberlo a un laboratorio de cocaína oculto en la selva. “Nos sacaron a plomo, como dicen en Colombia”, cuenta.

Peor suerte tuvieron dos estudiantes de biología e ingeniería ambiental, Margarita Gómez y Mateo Matamala, asesinados en 2011 por una banda criminal en los bosques de San Bernardo del Viento (norte) cuando registraban los manglares de la zona. “Eso sucede en parques nacionales, con los funcionarios que están todo el tiempo en campo poniendo el cuerpo de por medio, y sucede con investigadores que a veces son un poco aventureros, no calculan el riesgo y no se dan cuenta que el país sí está en conflicto, que es armado y es grave”, señala Baptiste.

El conflicto ha comprometido el desarrollo de la ciencia, y particularmente el estudio de la flora y la fauna en territorio colombiano, que pese a todo, es considerado el tercero más biodiverso del planeta. “Cuando uno mira el mapa de información de biodiversidad de Colombia, encuentra vacíos increíbles (...), y eso es claramente una expresión de las limitaciones de movilidad de los investigadores”, cuenta Baptiste.

Un ejemplo de ello es que se desconoce el intercambio de fauna entre Centroamérica y el Cono Sur, porque la selva del Darién, frontera de Colombia con Panamá, es considerada zona roja del conflicto, señala María Ángela Echeverry, directora de la maestría de Conservación y Uso de Biodiversidad de la Universidad Javeriana.

“Y otro problema es que, como universidad, no podemos llevar estudiantes ni tener científicos locales en estas zonas por falta de seguridad”, añade. Lugares como las sierras de Perijá y áreas de la Sierra Nevada, el Urabá antioqueño o las uniones entre los Llanos y la Amazonía son casi vírgenes para la ciencia.

“Son zonas muy vulnerables, hay demasiado desconocimiento sobre ellas”, apunta Echeverry. Por esta razón, la cada vez más cercana firma de la paz entre el gobierno colombiano y las FARC “abre muchas oportunidades para la ciencia” , afirma el vicepresidente de la estatal Colciencias, Alejandro Olaya. Sin embargo, señala Echeverry, también genera nuevos interrogantes, por ejemplo sobre cuál será la conservación de estos territorios, el uso que se les dará y qué otros actores buscarán llegar a ellos, como por ejemplo la minería ilegal.

El gobierno ha preparado 22 expediciones científicas a territorios poco explorados que comenzarán en junio en Putumayo y Chocó. Se trata del proyecto Colombia Bio, con el que se pretende generar “un gran sistema de información nacional”, basados en nuevos inventarios de los ecosistemas.

El proyecto también tiene como meta “permitir que Colombia se posicione en el sector de la bioeconomía”, y creará con ese fin un catálogo de 100 productos comercializables en sectores como la cosmética y la farmacología, señala Olaya a la AFP. El Instituto Humboldt ha planteado incluso que guerrilleros desmovilizados colaboren con las investigaciones, aportando los conocimientos adquiridos tras décadas viviendo en zonas selváticas y montañosas. Este plan, por conversar con ambas partes, podría ayudar además a la reinserción de exguerrilleros en “proyectos de turismo, manejo de bosques o de pesca”, agrega Baptiste.

El postconflicto abre un enorme horizonte para el estudio de la biodiversidad. “La mayor sorpresa nos la vamos a encontrar en plantas e insectos. Estamos seguros que nos falta por descubrir el 60% de especies del planeta y principalmente en el trópico”, asegura Echeverry. Colombia, una vez en paz, espera aportar muchas nuevas especies al censo mundial.

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