El agua, una riqueza no valorada en el Paraguay

Se celebró ayer, 22 de marzo, el Día Mundial del Agua. Paraguay se encuentra en una posición geopolítica estratégica y concentra importantes volúmenes del agua disponibles en la región, lo que le otorga un enorme potencial de desarrollo, que, lastimosamente, no es del todo aprovechado a causa de su escasa valoración. Una muestra de ello es el estado deplorable de la mayoría de los cursos hídricos que bañan la geografía nacional. La condición en que se encuentran los ríos, arroyos, lagos y acuíferos es una muestra lamentable de nuestro desprecio hacia este líquido esencial tanto para la vida de las personas como para el desarrollo material. Mientras la realidad nos sacude con sus alarmantes datos, ni la población ni las autoridades parecen estar preocupadas por la situación. Existen en nuestro país numerosas instituciones con facultades para remediar o, al menos, mitigar la situación. Sin embargo, la fiesta del derroche y la contaminación hídrica continúa sin cesar. El agua sigue siendo una riqueza no valorada en el Paraguay.

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Se celebró ayer, 22 de marzo, el Día Mundial del Agua, este año con el lema “No dejar a nadie atrás”. Se trata de una adaptación de las consignas asumidas en la Agenda 2030 de Naciones Unidas respecto al desarrollo sostenible, referido al vital líquido.

Mirando el mapa político de nuestro país en el contexto latinoamericano, es fácil constatar que, desde una perspectiva de los recursos hídricos, el Paraguay, con 406.752 km2, se encuentra geopolíticamente en una posición estratégica. En el aspecto hidrográfico, forma parte de la Cuenca del Plata, una de las más importantes del mundo. De acuerdo a Aquastat, sistema de información global sobre el agua, desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Paraguay dispone del 3% del agua dulce superficial a nivel global, e integra la región sudamericana que posee alrededor del 26% de las reservas mundiales de agua dulce apta para consumo humano, es decir, un recurso altamente significativo para el planeta.

En el contexto regional, la cuenca de los ríos Paraguay y Paraná es considerada la más importante del sistema del Plata. Abarca un área de drenaje de 2.515.000 km2, representando el 84% del total de la cuenca. De este total, la cuenca del Paraná constituye el 58%, con una superficie de 1.510.000 km2, y el río Paraguay el 42%, con 1.005.000 km2. En resumen, estamos ante una enorme disponibilidad de agua dulce superficial que, lamentablemente, no es valorada y, por tanto, es objeto de una explotación y una contaminación irracionales.

En cuanto al agua subterránea, el Paraguay cuenta con tres acuíferos importantes dentro de la cuenca geológica del Plata: el acuífero Guaraní, de 1.194.000 km2, compartido con Brasil, Argentina y Uruguay, correspondiendo al Paraguay 71.700 km2 del bolsón hídrico; el acuífero Yrendá, con una superficie de 272.000 km2, compartido con Bolivia y Argentina, ubicado en el Gran Chaco, afectando al Paraguay con 95.000 km2; por último, el acuífero Patiño, de 1.777 km2, situado en la zona central de nuestro país.

Puede afirmarse, así, que la disponibilidad de agua, tanto superficial como subterránea, otorga al Paraguay un enorme potencial de desarrollo, que, lastimosamente, no es del todo aprovechado a causa de su escasa valoración. Una muestra de ello es el estado deplorable de la mayoría de los cursos hídricos que bañan la geografía nacional. La condición en que se hallan los ríos, arroyos, lagos y acuíferos es una muestra lamentable de nuestro desprecio hacia este líquido esencial tanto para la vida de las personas como para el desarrollo material.

El Acuífero Patiño constituye un ejemplo patético en tal sentido. El reciente “Estudio de recursos hídricos y vulnerabilidad climática del Acuífero Patiño” identificó al menos tres problemas que afectan a este valioso recurso natural: la contaminación por nitratos (sales), la sobreexplotación y la salinización.

De acuerdo a los expertos, la contaminación por nitratos es un problema ambiental causado fundamentalmente por el uso excesivo de fertilizantes nitrogenados, y por la presencia de instalaciones ganaderas sin una adecuada gestión de los purines, esto es, de los residuos de origen orgánico, como las aguas residuales, los restos de vegetales, semillas tratadas genéticamente, la descomposición de animales muertos, los excrementos sólidos. Todos ellos pueden fermentar y llegar por filtración a las aguas subterráneas, generando un serio impacto ambiental y, consecuentemente, causando trastornos en la salud humana.

El otro problema no menos grave del Acuífero Patiño se refiere a su extracción y capacidad de recarga. En este sentido, un informe elaborado por investigadores de la organización Base Investigaciones Sociales, titulado “Apropiación y saqueo del agua: la complicidad del Estado”, advertía en 2014 sobre el déficit que afecta al Acuífero Patiño, en el sentido de su desmedida explotación, que excede su capacidad de recarga. Ya en 2005, los datos indicaban que en el acuífero ingresaban en forma anual unos 175.800 millones de litros de agua, y se extraían 249.000 millones. En la actualidad el déficit debe de ser mucho mayor, principalmente por el natural aumento poblacional y la generación de actividades antrópicas. A esto, como se señaló, pueden agregarse la salinización y la contaminación por coliformes fecales que afectan a nuestras fuentes hídricas, comprobadas en estudios concretos realizados.

Mientras la realidad nos sacude con sus alarmantes datos, ni la población ni las autoridades parecen estar preocupadas por la situación. Existen en nuestro país numerosas instituciones, como el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades), el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, Senasa, Essap, Erssan y otras, incluidos los organismos específicos de las Gobernaciones, con facultades para remediar o, al menos, mitigar la situación. Sin embargo, la fiesta del derroche y la contaminación hídrica continúa sin cesar. El agua sigue siendo una riqueza no valorada en el Paraguay. Es de desear que no se llegue a la etapa de catástrofe para reaccionar y pensar en su uso racional, así como en la protección de sus fuentes generadoras.

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