En el peor momento, Marito propone aumentar impuestos

Sin tomar en consideración el negro panorama que se le presenta a la economía real, con una caída estimada de US$ 1.400 millones en el ingreso de divisas solamente en soja, con consistentes señales de retracción prácticamente en todos los sectores formales de la actividad económica, en contra de recomendaciones de expertos internacionales y hasta de un básico sentido común, y, lo que es peor, sin indicios de racionalización del gasto público, el presidente Mario Abdo Benítez se dispone a pisotear su promesa electoral y a llevar adelante a tambor batiente una suba de impuestos en el peor momento de la década. Esta avanzada tributaria es la cuarta en la historia democrática del Paraguay y repite el mismo patrón: ajuste del torniquete tributario sin propuestas ni medidas concretas para reordenar y racionalizar el gasto público. El Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo deben reflexionar y postergar este proyecto de ley hasta tanto se presenten condiciones más apropiadas. Y si no lo hacen, que después se hagan cargo sin excusas de los daños que causarán.

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Sin tomar en consideración el negro panorama que se le presenta a la economía real, con una caída estimada de US$ 1.400 millones en el ingreso de divisas solamente en soja, con consistentes señales de retracción prácticamente en todos los sectores formales de la actividad económica, en contra de recomendaciones de expertos internacionales y hasta de un básico sentido común, y, lo que es peor, sin indicios de racionalización del gasto público, el presidente Mario Abdo Benítez se dispone a pisotear su promesa electoral y a llevar adelante a tambor batiente una suba de impuestos en el peor momento de la década.

Hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución que se suele caracterizar por su postura favorable a los ajustes impositivos como medio para equilibrar las cuentas públicas, salió a advertir sobre el peligro de elevar los tributos en esta coyuntura. 

Si bien diplomáticamente aclaró que hablaba en general y no se refería específicamente al proyecto de ley presentado por el Gobierno ni necesariamente al caso paraguayo, el directivo del FMI Gabriel Lopetegui señaló que en estas circunstancias hay que tener mucho cuidado con los aumentos de las tasas tributarias, e invitó a no perder de vista la pésima experiencia argentina en la materia. A buen entendedor, pocas palabras. 

Advirtió que la suba de la carga tributaria no garantiza una mayor recaudación para el Estado. Por el contrario, en determinados escenarios puede generar un círculo vicioso en el que caen los ingresos fiscales, ello obliga a nuevos aumentos de tributos con la esperanza de tener el dinero para seguir alimentando el aparato estatal, y ello crea aún más desaceleración. 

Además, recordó que los aumentos de impuestos pueden derivar en un incremento de la informalidad. A juzgar por la ineficiencia en nuestros controles fronterizos y la larga experiencia de los contrabandistas nacionales, un intento de impuestazo puede terminar con numerosas empresas en crisis y miles de trabajadores despedidos. 

El funcionario internacional deslizó los criterios que debería seguir el país en momentos en que azotan una crisis internacional que castiga duramente los precios de los commodities, una crisis regional que tiene a maltraer a Brasil y a Argentina, con fuerte impacto en el comercio fronterizo, y una precipitada desaceleración de la economía interna, a todo lo cual se suma la pobre gestión de las nuevas autoridades en materia de inversiones. 

Considera que es más oportuno trabajar en cortar privilegios impositivos para una mayor equidad en la carga tributaria sobre los diferentes estamentos, y ampliar la base tributaria, reducir la evasión con educación y controles cruzados, y mejorar la calidad del gasto público para luchar contra la pobreza y apuntalar el país hacia el desarrollo. 

En vez de eso, a pesar de que Mario Abdo Benítez prometió en reiteradas ocasiones que no iba a elevar los tributos durante su mandato, el Ejecutivo presentó al Congreso un proyecto de ley que sugiere fuertes subas en las tasas del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) a diferentes tipos de productos, la unificación del impuesto a la renta de las empresas y las unidades productivas agropecuarias (bajo la denominación de IRE, Impuesto a la Renta Empresarial), la eliminación de una serie de gastos deducibles para aumentar el cobro del Impuesto a la Renta Personal (IRP), la creación de un Impuesto a la Renta a los no Residentes (IRNR), entre otros. 

Esta avanzada en materia tributaria es la cuarta en la historia democrática del Paraguay y repite el mismo patrón: ajuste del torniquete tributario sin propuestas ni medidas concretas para reordenar y racionalizar el gasto público. 

Todas las reformas anteriores, sin excepción, llegaron precedidas por promesas de las autoridades de turno de mejorar las erogaciones del Estado y poner freno al carnaval con fondos públicos. Y los resultados fueron invariablemente siempre los mismos: los contribuyentes cada vez pagan más y el Estado cada vez derrocha más.

Tras el impuestazo de 2003, por ejemplo, implementado al principio del mandato de Nicanor Duarte Frutos con discursos casi idénticos a los actuales, la recaudación anual pasó de 800 millones de dólares a casi 4.000 millones de dólares en 2018. El número de contribuyentes pasó de 300.000 en 2004 a 800.000 al cierre del año pasado; casi se triplicó. 

En contrapartida, la estructura de gastos, en vez de mejorar, empeoró. Casi el 80% de los tributos sigue esfumándose solo en gastos de personal. La cantidad de funcionarios creció de 182.000 en la época de Duarte Frutos a 300.000 al final del mandato de Horacio Cartes. Los privilegios escandalosos siguen saltando a diario a la luz, con jugosos beneficios a parientes, amigos, operadores políticos, testaferros, amantes. Todo eso lo solventa la ciudadanía que, como contraprestación, recibe unos servicios públicos miserables, con escuelas que se caen a pedazos, hospitales sin lo más básico, obras públicas de cuarta categoría. 

Mientras persistan este criterio y esta conducta se podrán concretar decenas de reformas impositivas, pero no cambiará un ápice la situación del país. Nuestra propia historia así lo demuestra. Y si, encima, se insiste en llevarla a cabo en pleno ciclo depresivo, las consecuencias serán nefastas. 

El Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo deben reflexionar y postergar este proyecto de ley hasta tanto se presenten condiciones más apropiadas. Y si no lo hacen, que después se hagan cargo sin excusas de los daños que causarán. La ciudadanía sabrá identificar a los responsables. 

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