Se desinfla la burbuja bolivariana

El triunfo electoral de Mauricio Macri en la Argentina ha removido la piedra angular del monumento ideológico bolivariano edificado por Hugo Chávez. El cambio de Gobierno en el vecino país es el golpe de gracia asestado a la entente conformada por los gobiernos izquierdistas de la región. Es la recurrente confirmación de que el espíritu de libertad de los pueblos nunca muere. Gobiernos como los de los bolivarianos duran lo que dura la plata de que disponen para malgastar.

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El triunfo electoral de Mauricio Macri en la Argentina ha removido la piedra angular del monumento ideológico bolivariano edificado por Hugo Chávez. El cambio de Gobierno en el vecino país es el golpe de gracia asestado a la entente conformada por los gobiernos izquierdistas de la región integrada actualmente por Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y, hasta cierto punto, Uruguay. Es la recurrente confirmación de que el espíritu de libertad de los pueblos nunca muere.

El caldo de cultivo para la emergencia de los regímenes autoritarios es invariablemente el populismo demagógico que se sustenta en la repartija descontrolada del dinero que los contribuyentes aportan para el sostenimiento del Estado. Tales gobiernos duran lo que dura la plata de que disponen para malgastar. El saldo es invariablemente la ruina económica del país. El ejemplo de Argentina es clarísimo. Tras el fin de la II Guerra Mundial emergió como el país más rico de América después de Estados Unidos.

Perón, el general político, se hizo con el poder supremo de la nación y se mantuvo en la cresta de la ola de popularidad hasta agotar los recursos económicos de su rico país. Cuando agotó el tesoro del Estado, se vino abajo su poder. Lo mismo les ha sucedido a los esposos Kirchner. Ahora, el nuevo gobierno que asume tiene la ímproba tarea de reactivar el aparato productivo y reducir el gasto público; ciertamente a disgusto de los sectores más pobres de la sociedad que han estado medrando a costa de la caridad de “papá Estado”.

Por si alguien pudiera tener alguna duda acerca de la futura política exterior de su gobierno, el presidente electo Mauricio Macri ha dejado en claro que no está dispuesto a hacer migas con sus colegas bolivarianos de la región. Anunció que en la próxima Cumbre del Mercosur a celebrarse en Asunción el 21 de diciembre va a solicitar que se aplique la cláusula democrática contra el Gobierno de Venezuela por la “persecución” a los opositores y a “la libertad de expresión”.

Este anuncio del nuevo mandatario argentino es la confirmación de que su gobierno hará un radical cambio de rumbo en el contexto geopolítico regional, apartándose de la deriva chavista seguida por el kirchnerismo. Este contragiro de la política exterior argentina tendrá profundas consecuencias en toda la América Latina, y sin duda repercutirá fuertemente en las próximas elecciones venezolanas.

Lamentablemente, el canciller paraguayo, Eladio Loizaga, al parecer hasta ahora no ha conseguido superar el síndrome de servilismo que le inhibe contrariar a Itamaraty. En vez de alinearse con el cuadrante del nuevo gobierno argentino, opta por mantener su característica actitud timorata y acomodaticia que no juega a favor de lo que al país le conviene. Si la política exterior paraguaya sigue por ese vacilante derrotero que le viene caracterizando, podríamos perder la oportunidad de fortalecer nuestros lazos de amistad y cooperación con el nuevo gobierno argentino en provecho de nuestros intereses largamente perjudicados por el gobierno kirchnerista. Es hora de que la política exterior del Paraguay tome también el rumbo que le beneficie al país.

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