Donde fueres haz lo que vieres

Un locutor de radio dio la primera información: “un miembro de la comitiva paraguaya en la República de China le tocó su cuarto a la chica que le asistía como intérprete”. El toqueteador era Julián Vega Insfrán, a la sazón titular de la Dirección de Migraciones.

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La chica se quejó oficialmente. Vega explicó que al llegar escuchó decir a la presidenta Tsai Ing-wen: “Usen y abusen de Taiwán”. Le replicaron que tal cosa su presidenta nunca dijo, que debió haber sido algún otro presidente, pero ninguno supo precisar quién. Finalmente, no aceptaron la excusa y dieron unilateralmente por acabada la visita oficial de Vega.

En su defensa, este declaró que no sabía que en la bella Formosa no es usanza que los varones toquen a las mujeres en el cuarto, en el medio ni en el entero; un asunto que, más que aritmético, es legal. “Ellos tienen una ley muy rígida había sido. Que yo no sabía”, explicó. No obstante, quedaron muchísimas incógnitas pendientes de develación. ¿Dónde, cuándo y cómo sucedió? ¿Por qué el cuarto y no la espalda, la rodilla, la pantorrilla o el peroné? ¿Acaso Vega necesitaba con urgencia una traducción, pero en sistema Braille? En fin, quizás nunca se sepa. Hasta tal vez ahora se escriba una segunda versión de “El misterio del cuarto amarillo”.

Lo que en medio de la bruma quedó claro es cuán preciso resulta interiorizarse de las creencias, valores, hábitos, costumbres y peculiaridades en general de las sociedades que uno va a visitar, siguiendo el viejo consejo de San Ambrosio de Milán (S. IV): cuando a Roma fueres, como romano vivieres.

Objetarán Vega y sus seguidores, seguramente, que esas recetas de educación, cautela y moderación son más fáciles de declamar que de ejecutar, por aquello sentenciado por un sabio local, Luis Alberto del Paraná (S. XX): “Nuestras costumbres no tienen nada que se parezca a otra nación”. Por esto mismo, si paraguayos y paraguayas gozamos de derechos tan peculiares como el toqueteo universal, libre, igual y directo, ejercido personalmente o por medio de representantes, entonces mejor sería no pretender reclamar los mismos derechos en tierras distintas y distantes.

¿Es cierto que el Paraguay somos tan permisivos en estas y otras frescuras? Tengo la tentación de responder que no, pero algunos recuerdos me detienen, como aquel caso de la alumna que demandó a un profesor por acoso sexual, aportando innúmeras pruebas que fueron desestimadas por un juez, quien acabó calificando de “galanteo” la conducta indecente del docente. Este fallo, por ejemplo, es uno de esos que no tiene nada que se parezca al de otra nación.

Supongo que otro juez con igual criterio, puesto el “caso chino” en judiciales paraguayas, diría algo como que el migratorio Vega interpretó mal la Teoría del Calentamiento Global –tan en boga hoy–, creyendo que en nuestras antípodas regía igual que aquí. Pero aun así, decidido como estaba a servirse el chop-suey por sí mismo, sin aguardar convite de la anfitriona, debió haberse precavido consultando previamente las enseñanzas del maestro Sun Tzu, padre de la estrategia militar china (544 a.C.): “Los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su fortaleza”. Ese cuarto, por tanto, de acuerdo a esta regla, debió ser toqueteado en Asunción y no en Taipéi.

El episodio deja alguna enseñanza y también confirma verdades que ya conocíamos, como que en nuestro país todavía hay mucha gente que se tiene a sí misma en tan alta estima y cree estar dotada de tan ancha espalda, que vive segura de que nada ni nadie podrá detenerle. Sentir uno confianza en sí mismo es una virtud; sentirse omnipotente es una estupidez. Hechos como el comentado podrían repetirse en cada viaje oficial, así que es aconsejable, antes de partir, reunir a la tropa, sanitar, cepillar, limar pezuñas y adiestrar adecuadamente.

glaterza@abc.com.py

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