El discurso presidencial

Si de la vida dijo Shakespeare que es tediosa como cuento escuchado dos veces, ¿qué diremos de los discursos presidenciales al inicio de cada período? El próximo 15 de agosto oiremos, o leeremos, lo ya escuchado cada cinco años en punto. Será más o menos así, de acuerdo con los anteriores:

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Queridos compatriotas: Antes que nada, mi gratitud a Dios y al pueblo que me permitieron la ocasión de guiar los destinos nacionales. Pondré todo mi empeño y mi amor a la patria en devolver a nuestro país el progreso, la tranquilidad, la seguridad. Con la ayuda de cada paraguayo y paraguaya, haré de este suelo un sitio donde se quiera vivir, porque ya no habrá niños que se queden al margen de la educación; porque la juventud tendrá, antes que nada, asegurados sus estudios y un lugar donde trabajar; porque los hospitales serán el seguro refugio donde las personas encontrarán la solución a su salud quebrantada.

También está entre mis primeras preocupaciones combatir la inseguridad. No voy a acabar con ella, pero haré que la población viva más tranquila, más confiada en las autoridades. En este punto tengo que mencionar al autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). Hasta hoy, ningún gobierno ha podido contra este grupo criminal por la sencilla razón de que se han implementado estrategias equivocadas a un costo muy elevado en vidas y en dinero. Mi gobierno promete que el EPP será, en unos años más, el recuerdo de una pesadilla. Acabaremos con esos criminales no precisamente con nuestras fuerzas de seguridad, sino con la implementación de un vasto programa social. Escuelas, hospitales, rutas, ayuda a los agricultores, pago justo a la producción, etc., serán las mejores armas contra la delincuencia.

Me encuentro con un país difícil, pero sabía desde mucho antes los desafíos que me esperaban si llegaba a la primera magistratura. El mayor de ellos es la corrupción. No podemos dar un paso sin tropezar con la corrupción que se da en todos los niveles de la administración pública. ¡La corrupción! Está comiendo el hígado del país; está dejando a miles de niños sin escuelas, a miles de enfermos sin hospitales ni medicamentos. Prometo que pondré todo mi esfuerzo en combatirla. Para ello, entre algunas medidas que voy a tomar, me rodearé de personas que piensan como yo acerca de la corrupción. Como ejemplo, solo mencionaré que al frente de las dos grandes hidroeléctricas, las eternas fuentes de corrupción, pondré a dos políticos muy conocidos que tienen toda mi confianza y mi respeto.

Trabajaré sin descanso por mejorar la justicia, la madre de todos nuestros quebrantos. Allí se traman los más escandalosos hechos que debilitan a las instituciones y dejan en el desamparo a las personas. Hay ministros, jueces y fiscales que no trabajan por el salario, sino por la propina, como los camareros de restaurantes lujosos de Europa.

No pasa un día sin que salte una muestra de los despilfarros del dinero público. Haré lo imposible por disminuirlos. Hay funcionarios públicos, electos o nombrados, que toman las instituciones del Estado como botín de guerra: se cargan todo lo que pueden cargar. Hay parlamentarios que crean leyes para su propio beneficio. Si hiciéramos un inventario, encontraríamos que hay más leyes que les favorece a ellos que al resto de la ciudadanía.

La administración pública está colmada de los parientes de quienes manejan el presupuesto. Tenemos un funcionariado que se ha saltado por encima de las leyes para ocupar un cargo, posiblemente sin merecimientos, quedando afuera los más capaces.

Soy consciente de que me tocará compartir muchos momentos con personajes de quienes desearía estar lejos y con la nariz tapada. Pero tendré que soportarlos en función de mi cargo.

Es para mí un honor muy grande ser el inquilino del Palacio de López, desde donde es posible trabajar enteramente por el país, o en contra del país; desde donde se puede llevar a cabo grandes realizaciones, pero también las pequeñas, las mezquinas, las miserables. Yo opto, ante todos ustedes, ante mis queridos compatriotas, por las sanas. Pronto se verá el fruto de mis esfuerzos y de mis sueños. Tengo una familia a la que honrar y un país al que levantar.

Con estas promesas, doy un abrazo al gran pueblo paraguayo.

alcibiades@abc.com.py

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