En el reino de Itaipulandia

Si mis jubilaciones estuvieran a punto de perderse, juro por todos los gusanos de Nabucodonosor que trituraría a los responsables. Primero, porque me descontaron toda la vida del salario. Segundo, porque son los fondos para comer, vestirme, y comprar remedios cuando el reuma, el corazón o el Alzheimer me arrinconen en alguna esquina.

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Un lector escribió esta semana: “¿Para qué te calentás si a ellos no les importa? Seguro que saben que Itaipú va a poner la plata cuando ya no haya fondos seguros para que se jubilen. No te calientes que es la plata de los ricachones”. 

No estoy de acuerdo.

Esa plata ha salido de nuestros bolsillos. El Paraguay, a través de la entidad binacional, aporta mensualmente el 16% del salario total de cada asalariado que trabaja en la entidad para asegurarles una vejez digna. Esos son los fondos que Itaipú pone en la Cajubi, junto al aporte del 6% de los afiliados y el 10% de los jubilados. De aquí salieron los 123 millones de dólares que puede que ya nunca más retornen.

Para que el mal triunfe basta con que los hombres de bien se queden cruzados de brazos, dijo el inglés Edmund Burke. Y a juzgar por el silencio de los sindicatos mayoritarios de Itaipú, estaba absolutamente en lo cierto. Además de estar callados, están adoptando conductas de complicidad con los responsables locales de haber dado la plata que harían desconfiar hasta a la Madre Teresa.

Estando en Londres, en medio de la investigación, comprobamos que se había filtrado nuestra presencia allá. Solo que no sabían quién era, exactamente, el que andaba haciendo preguntas. El 30 de mayo, a las 21:13, mientras nosotros tomábamos el avión para retornar al país, el exconsejero César Bejarano recirculaba una carta del venezolano Barone. Cual embajador en tierras binacionales, Bejarano reprodujo ese correo internamente .

Y fue más lejos. El mismo exconsejero que avaló la entrega de las millonarias sumas difamó el miércoles último acusando que fuimos enviados a Londres financiados por quien sabe qué capitales. Hizo un esquema en el cual aparecíamos el colega Luis Bareiro –quien investigó exhaustivamente este caso el año pasado– y yo como los enviados de Satán, el brazo largo del ministro de la Corte Antonio Fretes, por quien estoy más que segura Bareiro y yo no tenemos la más mínima simpatía. Esos mismos “dibujitos” –Bareiro dixit– fueron reproducidos un par de horas después en internet, en la página del guatemalteco Eduardo García Obregón, denunciado por la Cajubi por haberse llevado millones de dólares.

¿A favor de los intereses de quiénes pelean en Itaipú?

Uno creería que Bejarano y sus otros colegas, compañeros, sindicalistas, jubilados y por jubilarse, tendrían el mismo interés de asegurar su futuro, preguntarle a los guatemaltecos, a los venezolanos, a los hindúes, a los canadienses, a todos, ¿qué hicieron con el dinero?

Pero no.

Esa no es la realidad. Algo huele a podrido en el reino de Itaipulandia.

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