Escuela sin celular, territorio hostil

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El escritor francés Michael Houellebecq, en una de sus cartas, cuenta que se ha acostumbrado a ver el espacio público como un territorio hostil, marcado por prohibiciones absurdas y humillantes, que atraviesa lo más rápido posible y donde no es bien recibido, no tiene cabida y no puede ocurrirle nada interesante. Al leer que el presidente de la Junta Municipal de Asunción, Hugo Ramírez (ANR), quiere reglamentar (casi prohibir, en realidad) el uso de los teléfonos celulares en las escuelas, pienso en eso: en que quiere convertir a los alumnos en houellebecqsitos que vean a la escuela como el territorio hostil donde todo lo que les gusta está prohibido.    

En Paraguay, la cantidad de celulares iguala a la de habitantes. Se estima que hay 6.500.000. El 60% de los alumnos de secundaria tiene un celular. Pero solo el 25% de la población tiene acceso a Internet. El celular es una computadora. Por eso, aunque no hablamos de teléfonos inteligentes, está claro que un teléfono móvil es el procesador de datos de más fácil acceso para la inmensa mayoría.

El teléfono móvil es una extensión del cuerpo de niños y adolescentes. Los que hoy están en la escuela son nativos digitales. Para ellos, el gesto de dar un par de rondas con el dedo índice no significa "te llamo", porque nunca vieron un aparato telefónico con un disco. Hasta el Ministerio de Educación lo ha entendido y ya prepara para los primeros meses del año una prueba nacional donde los alumnos, en lugar de usar el lápiz y el papel, van a usar sus teléfonos móviles.         

La propuesta es incluso regular qué o a quiénes puede filmar un alumno con un teléfono celular. ¿Qué oscuras ideas pasarán por la cabeza del concejal cuando propone que nadie pueda filmar a nadie sin previa autorización? Cuando uno piensa en filmar en la escuela, piensa en  un torneo, una obra de teatro, con el público aplaudiendo, una exposición oral. ¿Habrá que pedirle a un chico de diez años que le haga firmar a sus compañeros un consentimiento? 

No ignoramos los temores que pueden haber motivado al concejal a presentar esta minuta. Le temerá a la distracción, a los "copiatines", tal vez a eso que ahora llaman bullying, como si en castellano no supiéramos patotear; le temerá a que se marquen las diferencias en el poder adquisitivo y la medida sea el modelo de teléfono o a que haya hurtos en el aula. ¿A alguien le suenan conocidos estos problemas? Debe ser porque siempre existieron. Ahora corren por una plataforma diferente. Seguramente es más fácil prohibir filmar una pelea que contener a un alumno que no puede controlar la violencia que mama y  escupe, en síntesis, cuidar su alma, que en eso sí falla, a veces, la escuela.

Los celulares son un problema en la escuela si los vemos como un enemigo y no como una herramienta.    Hoy la desigualdad es enorme. Hay colegios privados que ya ponen una laptop en su lista de útiles, pero la Municipalidad de Asunción podría prohibir que los alumnos usen un procesador de datos que tal vez sea el único de esas características al que tienen acceso. En un aula de secundaria siempre hay al menos un celular para usar y compartir. En un teléfono móvil simple –ni siquiera uno inteligente con casi infinitas aplicaciones– convergen herramientas: teléfono, calculadora, mensajería, cámara fotográfica, filmadora, grabadora de sonidos, radio, bluetooth. No cabe en un  artículo todo lo que  pueden hacer, con uno solo de esos aparatos, un maestro creativo y unos chicos entusiasmados porque desde la escuela entienden con qué herramienta se sienten cómodos y deciden sacarle el jugo.

No se trata de profesar un culto pueril e intenso a un aparato.  Las cosas son solamente en la medida en que están al servicio de los seres humanos. Se trata de abrir puertas, no de poner trancas, y de aprovechar una herramienta que ya está en manos de muchos.   

ndaporta@abc.com.py
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