La cola de caballo y la democracia

Se usa poca superficie, es cultivo orgánico, usa mucha mano de obra familiar ociosa y abundante, tiene buen mercado y excelentes precios, se puede instalar en la misma huerta, origina cadenas productivas, da trabajo e ingreso durante todo el año, muchas especies son semiperennes y melíferas, puede ser buen componente de la agricultura familiar y sirve para diversificar la producción.

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Estoy hablando de todo lo que la explotación razonada de las plantas medicinales puede dejar a los paraguayos. Aproximadamente unas 600 especies son las reconocidas en este país y solo un 10% son las comercializadas, es decir, unas 60 plantas. Se estima que algo más de unos mil millones de guaraníes es lo que diariamente se mueve en el Paraguay. Es que casi nadie toma un tereré o se sirve un mate sin una hojita, una corteza, una semilla, una flor o sin la raíz de alguna maravillosa planta.

El mismo Aimé Bompland, francés que vivió unos 40 años recorriendo esta parte de América y 9 años en el Paraguay, llegó a entusiasmarse por las plantas medicinales del Paraguay. Lo mismo debe señalarse de los doctores Emilio Hassler y Dionisio González Torres, del médico inglés Thomas Falker, quien también vivió en este país durante 40 años estudiando las enfermedades y su control con las plantas medicinales paraguayas. Lo mismo del sabio austriaco Moisés Santiago Bertoni, el médico italiano Domingo Parodi, quien desde 1856 trabajó durante unos 30 años con la flora medicinal criolla.

El enfermero español Pedro Montenegro (1663-1728) fue uno de los primeros en experimentar sabiamente las propiedades de las plantas curativas del Paraguay y junto al misionero jesuita José Sánchez Labrador podrían ser considerados, junto a don Teodoro Rojas, como los padres de las plantas medicinales del Paraguay. Tampoco hay que olvidarse del francés Benjamín Balansa ni de otro “extranjero” como el médico guaireño Juan Vicente Estigarribia (1778-1869), quien recetaba sus plantas medicinales a exigentes pacientes como lo habrán sido Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano. Estimo que si estos no se curaban, Juan Vicente era hombre muerto.

Las especies medicinales, al igual que las aromáticas, han comenzado a dar algunos pasos interesantes y su gatear se dirige hacia el logro de la ventaja económica que se tiene con su explotación. A pesar de los muchos años que lleva la producción de plantas medicinales en el Paraguay, su explotación y beneficio no se encuentran consolidados a causa del desconocimiento y la desinformación que se tiene como rubro alternativo y su enorme posibilidad rentable continúa aun en la etapa del desperdicio, situación que caracteriza al Paraguay por el enorme tiempo perdido y los años de joda que lleva como país.

Es una práctica rutinaria el uso de las hierbas medicinales en el Paraguay y en el mundo entero. Los fitoterápicos, la aromaterapia y una infinidad de plantas medicinales son usados por la eficacia que poseen, validada por los innumerables antecedentes curativos y las referencias benéficas que posee la terapéutica flora medicinal paraguaya.

Es lastimoso que no existan políticas y programas públicos desarrollistas de la producción de las plantas medicinales y aromáticas en el Paraguay ni trabajos planificados para los pequeños productores. La falta de capital, de asistencia técnica y de créditos oportunos son factores que empobrecen el desarrollo medicinal.

Este país es inmensamente propicio para la producción del orégano, del burrito, del tilo, de la rosa mosqueta, del azafrán, del hinojo, del eneldo, del romero, del koku, del ka’a he’ê, de la manzanilla, de la canela, del sen, del ñandypa, de la kangorosa y del ajenjo.

Los taiwaneses hacen esencia de todas estas cosas, se curan corporal y económicamente mientras que acá, repito, el uso y desarrollo de las plantas medicinales es casi como la democracia y el voleybol: lo practicamos todos los días y cada vez jugamos peor…

politica@abc.com.py

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