La competencia esencial

El pragmatismo de los norteamericanos, en 1960, llegó a la conclusión de que los egresados de las instituciones educativas no salían suficientemente preparados para ser competentes en las actividades y tareas que la vida social, laboral y política les exigían. El sistema educativo norteamericano empezó a cambiar la educación tradicional, introduciendo la educación basada en competencias.

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Poco a poco los demás países han incorporado el mismo proceso de cambio. En Paraguay todavía hay educadores profesionales, profesores, que no han aprendido a trabajar en este modelo y siguen enseñando con el modelo tradicional de enseñar exclusivamente por transferencia de conocimientos.

Hoy nadie discute que la educación debe preparar a los educandos con competencias que le serán necesarias para poder alcanzar razonable autonomía en su vida después de la educación formal. Y en general entendemos que las competencias son esas habilidades, capacidades y conocimientos que le serán útiles y necesarias para realizar eficientemente sus tareas y responsabilidades.

El desafío y debate están ahora en concretar qué competencias hay que desarrollar en la etapa escolar y cuáles en la etapa superior durante la formación profesional en las distintas carreras. El debate se agudiza más a medida que pasa el tiempo, porque los cambios en las diversas opciones de la vida (por los vertiginosos cambios de conocimientos y descubrimientos científicos, los aportes de tecnologías, flujos de globalizaciones, pluriculturalismo, etc.) son constantes y acelerados y los nuevos modos de trabajar y vivir requieren diferentes competencias.

Los planificadores oficiales del sistema educativo (los profesionales de educación del Ministerio de Educación y Ciencias -MEC), a quienes corresponde con el Ministro definir y hacer ejecutar las políticas de educación, tienen encima la difícil y trascendente responsabilidad de concretar las competencias que se deben promover y desarrollar en los diversos currículos y programas de todos los niveles, también con las políticas rectoras desde el Viceministerio de Educación Superior, para las instituciones del nivel de Educación Superior. Por supuesto que esta responsabilidad deben enfrentarla en consulta y diálogo con la sociedad y las comunidades educativas, como dicen los artículos 10 inciso k), 12 y 19 de la Ley General de Educación 1264/98.

Normalmente los planificadores en la mayoría de los países, que he podido indagar, han puesto el acento y sus preferencias en las competencias del ámbito cognitivo y del ámbito operativo de la personalidad. Presuponen las competencias del ámbito afectivo o las dan por incluidas indirectamente en alguna competencia social.

Personalmente pienso que, de todas las competencias que se pueden proponer, hay una que no está explicitada y es la competencia más necesaria, fundamental y hasta esencial, me refiero a la competencia de saber amar. No nacemos sabiendo amar y tenemos que aprender a amar; y dado el contexto no es fácil enseñar y aprender esta competencia.

El amor es el único valor supremo y absoluto, porque es bueno siempre, en todas partes, para todo el mundo. Hay muchas formas y niveles de amor, pero en todas , el amor es la energía más poderosa; es el sentimiento más fecundo; el origen y la meta de nuestra vida, la aquieta y plenifica; le da calidad y sentido, al mismo tiempo que la trasciende y la dispara al Absoluto, a Dios.

Siempre ha sido la competencia más necesaria, porque sin amor no hay vida y la vida sin amor es carencia existencial. Hoy, en el contexto que vivimos, el amor es frecuentemente prostituido, maltratado y estafado. Abunda la literatura y el marketing, escasea el amor maduro. La educación oficial lo presupone, siendo así que la ley (Art. 9) impone la obligación de educar la afectividad; y entretanto la agresividad y la violencia invaden las canchas de los corazones. Una sociedad sin competencia de amor está asediada por egoísmos y envidias y gravemente debilitada por la fragilidad de todos sus vínculos.

La ausencia de la competencia del amor dificulta la creación de verdaderos y estables matrimonios y consecuentemente problematiza la existencia de familias cálidas y sólidas, donde los hijos crezcan felices alimentados por las más ricas experiencias de múltiples formas de ser amados y amar.

Solamente un pueblo competente en múltiples formas y óptimos niveles de amor, logra la equidad, instala la justicia y alcanza la paz definitivas.

jmonterotirado@gmail.com

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