Ser honesto es vigilar

Terminaremos el año litúrgico el 25 del corriente con la solemnidad de Cristo, Rey del universo.

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Este clima de “concluir las cosas”, de ir al final de todo, nos induce a una evaluación personal y a un ajuste de nuestra vida familiar y social.

Jesucristo afirma que Él va a volver a cualquier momento, lleno de gloria, de poder y todos serán llevados delante de Él para responder por sus palabras, pensamientos, obras y omisiones.

Esta situación de estar cara a cara con Cristo se dará, inexorablemente, con todas las personas y Él nos recomienda honestidad y vigilancia.

Tal encuentro se dará con ocasión de nuestra muerte, o de la segunda venida del Salvador. Sin embargo, este evento segurísimo no es para aterrorizar, ni para alejarnos de Dios y tampoco para echarnos a prácticas mágicas, tratando de disfrazar esta cita con el amoroso Redentor.

Completamente al revés: el Señor quiere que arreglemos ahora nuestras macanas, que estemos vigilantes y valientes en el aspecto moral. Las macanas son vividas de muchas maneras: usted que lee esta reflexión considere cómo está llevando su vida económica, la legalidad de sus negocios, las verdades o mentiras que usa para decir un “sí” o un “no”. Analice el modo de usar los ingresos de su familia, si hay diálogo entre marido y mujer, si los hijos participan del presupuesto, y de los esfuerzos, para cubrir los gastos.

O, tal vez, la cosa tiene otro mecanismo: cada cual maneja su plata de manera personal, a veces sospechosa, y lo qué se comparte son los plagueos, porque faltan cosas importantes para la casa y nadie, supuestamente, sabe dónde el dinero fue a parar.

A nivel institucional también es muy necesaria la honestidad, pues lo que toca al bien común, al bien de todos, jamás puede ser acaparado por personas ladronas, que se juzgan con derechos especiales con relación a los demás habitantes del país.

Es esencial arreglar nuestras relaciones empezando hoy mismo. Evidentemente, esto toca otras dimensiones, además de la económica, pues tenemos que sanarnos en el ámbito del rencor, de la indiferencia, y de eventual infidelidad matrimonial.

Por esto Jesús insiste en que la vigilancia es imperiosa y los cambios deben darse ahora, pues el encuentro con Él “está cerca, a la puerta, pero nadie conoce el día ni la hora”, y no sabemos si mañana tendremos la oportunidad que tenemos en este momento.

Y como Él sostiene: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, no juguemos con cosas verdaderamente serias.

Paz y Bien.

hnojoemar@gmail.com

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