Militares y policías rastrearon a los secuestradores cada uno por su lado

El operativo "Py’aguapy" ejecutado durante el estado de excepción fracasó por la desconfianza entre las Fuerzas Armadas y la Policía.

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Cada uno rastreó al EPP por su cuenta con los recursos de que disponían, pero sin coordinar procedimientos conjuntos para materializar las detenciones de los secuestradores. Los informes entregados al Congreso confirman la crisis entre las dos fuerzas.Tras la última misión conjunta entre militares y policías en procura de la desmantelación del Ejército del Pueblo Paraguayo, quedó al descubierto la absoluta intolerancia entre ambas  fuerzas  y la incapacidad de ejecutar operativos.   

Durante el estado de excepción, la crisis quedó evidenciada primero con el asalto de un contingente militar a la subcomisaría 27ª de Hugua Ñandu, en medio de la misión.   

Posteriormente, cada bando actuó por su lado y prácticamente ya no se entablaron comunicaciones entre los mandos policiales y militares responsables de la misión. Los recelos existentes entre las fuerzas de seguridad, por acaparar la atención del Ejecutivo, apeligraron desde el principio el éxito del estado de excepción.   

Sin embargo, la situación se descontroló por completo cuando cada grupo optó por actuar por su lado.   

Es así que, en medio de las estrategias empleadas, los militares accedieron a equipos de rastreo de señales de la Conatel, en un intento por interceptar comunicaciones entre los guerrilleros en medio del monte.   

Los sofisticados aparatos fueron instalados en una improvisada base de operaciones en la estancia "Santa Adelia" de Arroyito, escenario de la matanza de un capataz, dos peones y un policía a manos del Ejército del Pueblo Paraguayo, lo que justamente dio pie a la declaración del estado de excepción.   

Pese a la inversión y a la movilización por varios días de los equipos en dos vehículos, no se logró siquiera detectar artefactos de transmisión en los bosques que rodean al establecimiento ganadero.   

La Policía, por su parte, reforzó su servicio de inteligencia sumando a efectivos de otras unidades tácticas para tal efecto.   

Pese a todo, tampoco se pudo siquiera localizar algún punto donde pudieron haber permanecido los subversivos. Las incursiones policiales fueron materializadas en todos los departamentos regidos por el estado de excepción, pero ningún dato condujo a la captura de los fugitivos.

Con reserva

Las Fuerzas Armadas manejaban sus informaciones con mucha reserva, al igual que la Policía. Un ejemplo de la desconfianza es que los militares reportan en su informe de gestión que el 15 de mayo se recibe un "Mensaje Cifrado enviado al Comandante de la FTR Oriental, informando la presencia de Alejandro Ramos en la zona de Paso Barreto".

La Policía, por su parte, manejaba la información desde el 6 de mayo de que la esposa de Ramos, Lourdes Bernarda Ramírez, podía estar oculta en una casa de una allegada, muy cerca de su antigua vivienda de Ybyraty, Horqueta, donde justamente se halló un campamento del EPP en agosto de 2008.

Como nunca hubo comunicación entre las fuerzas de seguridad,  datos relevantes que pudieron ser auspiciosos se dejaron pasar sin compartir entre los investigadores, y por diferencias fracasó una misión que resultó costosa para el  Estado.
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