Sin miedo a volar

Hace dos años, en una rueda de prensa en Tokio ante más de seiscientos periodistas de catorce países, el maestro Hayao Miyazaki declaró que se retiraba tras haber concluido su último largometraje de animación, Kaze tachinu (El viento se levanta). El anime, el Studio Ghibli y, en general, el universo de la ficción quedaron huérfanos de una mente osada y de una imaginación torrencial.

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«Le vent se lève, il faut tenter de vivre» («El viento se levanta, hay que intentar vivir»). Paul Valèry, «Le Cimetière marin» (1920).

Aunque en julio pasado circuló la noticia del anuncio de que está trabajando en su primer cortometraje hecho totalmente por computadora, cuya producción durará tres años, después del estreno de su largometraje Kaze Tachinu (El viento se levanta), en una rueda de prensa, frente a más de seiscientos periodistas de catorce países, el célebre mangaka y magistral creador y productor de anime tokiota Hayao Miyazaki (1941), como es sabido, anunció, el 6 de septiembre del 2013, que con esa, su undécima película, daba por concluida su carrera y se retiraba de la animación.

STUDIO GHIBLI

Hazao Miyazaki debutó en la animación como director en 1979 con Kariosutoro no shiro (El castillo de Cagliostro), y seis años después, en 1985, Isao Takahata y él (que se habían conocido cuando ambos trabajaban en las series televisivas Heidi, Marco y Ana de las Tejas Verdes) fundaron el Studio Ghibli, que tiene su sede, desde la década de 1990, en un pequeño edificio en el apacible barrio tokiota de Koganei.

Por cierto, el documental Yume to kyôki no ohkoku (El Reino de los Sueños y la Locura, 2013), dirigido por Mami Sunada, recorre el misterioso y fascinante interior de este ilustre estudio de animación cuya mascota es el no menos célebre Totoro.

Un estudio ya mítico, que ha producido filmes como Kaze no Tani no Naushika (Nausicaä del Valle del Viento, 1984), Tenku no shiro Rapyuta (El castillo en el cielo, 1986), Tonari no Totoro (Mi vecino Totoro, 1988), Kurenai no buta (Porco Rosso, 1992), Sen to Chihiro no Kamikakushi (El viaje de Chihiro, 2001) o el citado Kaze Tachinu (El viento se levanta, 2013), entre otros de Miyazaki, y como Hohokekyo Tonari no Yamada-kun (Mis vecinos los Yamada, 1999) o Kaguya Hime no Monogatari (El cuento de la princesa Kaguya, 2013), entre otros, de Isao Takahata, así como otras películas de diversos directores.

KAZE TACHINU

Kaze Tachinu está basada en el manga homónimo del propio Hayao Miyazaki, publicado en la revista mensual Model Graphix en el 2009. Manga que, a su vez, se inspiró en la novela corta, también homónima, del escritor Tatsuo Hori (1904-1953) acerca de la vida del ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi (1903-1982), diseñador de varios aviones japoneses utilizados en la Segunda Guerra Mundial.

Entre los aviones diseñados por Horikoshi se encuentra el conocido caza insignia de las fuerzas aéreas imperiales niponas, el Zero-sen (o Mitsubishi A6M Zero), tan famoso como temido por sus operaciones kamikaze. Pensados los hechos críticamente desde la forma que tomó al final el vuelo anhelado alguna vez por el joven Jiro, El viento se levanta es ante todo una película acerca de los sueños traicionados y de la inteligencia pervertida por ponerse al servicio de la destrucción.

FANATISMOS Y PARADOJAS

Por supuesto, como dijo Wilde, la gente lo puede perdonar todo, menos el genio, y Miyazaki, debido al largometraje con que cerró su carrera, Kaze Tachinu, recibió toda clase de ataques: de los «defensores de la vida» y el derecho a la salud y al aire puro, porque en la película el héroe es fumador; de los zurdos, porque da protagonismo a un fabricante de aviones de guerra; de los fachos, por la perspectiva «criticona», etcétera, etcétera.

Miyazaki dijo en su momento que, al subrayar la humanidad de Horikoshi, esperaba evitar que Jiro alimentara «el patriotismo y el complejo de inferioridad» de los fanáticos nacionalistas de extrema derecha. Horikoshi, nos cuenta la historia, es miope y por eso no puede ser piloto, pero sueña con volar, y se convierte en diseñador de aviones para desafiar la gravedad y surcar el aire. Y estalla la Segunda Guerra Mundial. Y Japón convierte los sueños del dibujante de aviones en instrumentos de muerte.

Los fanáticos «insultaron» a Miyazaki tildándolo de «apátrida». Sí, a Miyazaki, que ha llevado el anime más allá del color local (por eso John Lasseter, director creativo de Pixar, lo considera su maestro –¡y por eso Totoro sale en Toy Story 3!). Sí, a Miyazaki, que ha dado a las imágenes de los mitos y fábulas japoneses un lugar privilegiado en el mundo universal de la fantasía humana. Sí, ¡vaya paradoja! Es que hay insultos que valen por mil elogios.

juliansorel20@gmail.com

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