¿Para bien o para peor?

La Policía Nacional, considerada por muchos como la institución más corrupta del país, se apresta a experimentar un severo cambio con la aplicación de la Ley 5757, que reorganiza toda la estructura operativa y el modo de funcionamiento, así como aumenta al doble la cantidad de comisarios generales. ¿Será para bien o para peor?

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La Ley 5757/16 está en vigencia desde el 8 de diciembre del año pasado.

La normativa modifica varios puntos de la antigua Ley 222/93 Orgánica de la Policía Nacional, por la cual se habían establecido todas las competencias, formas de organización y modo de trabajo de la institución uniformada, que actualmente cuenta con una fuerza efectiva de unos 25.000 hombres y mujeres.

Una de las primeras modificaciones implementadas con esta nueva ley son las especialidades policiales, que hasta ahora son tres: de orden y seguridad, sanidad e intendencia.

Sin embargo, pasarán a ser cuatro: prevención y seguridad, investigación, intendencia y sanidad.

Asimismo, los ascensos a los grados superiores inmediatos, al menos para los oficiales, que hasta ahora se producen cada dos, tres, cuatro y cinco años, ahora serán solamente cada cuatro años, hasta llegar al rango previo a comisario general.

Igual que los militares

Aunque aún falta reglamentar la nueva ley, para que ya pueda ser ejecutada de manera automática, sin dudas los cambios son muy notorios, ya que, por ejemplo, aumenta la cantidad de comisarios generales, de 19 a 42, casi igual a las Fuerzas Armadas, que tiene 45 generales (entre el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea).

La Policía va a tener siempre un solo comisario general comandante de cuatro estrellas, en este caso que seguiría siendo Críspulo Sotelo, pero de los cinco comisarios generales directores de tres estrellas que hay hasta ahora con la nueva ley van a pasar a ser nueve, entre el subcomandante y los titulares de las ocho nuevas direcciones generales creadas.

Además, la cantidad de comisarios generales inspectores de dos estrellas aumenta de 13 a 32, con la apertura de varias direcciones.

Les van a tocar el bolsillo

Entre otras cosas más relevantes, también se modifica el sistema de castigo para los policías. Se incluyen sanciones inéditas como una multa en dinero, equivalente por ejemplo al importe de hasta cinco jornales, en caso de una falta leve, y la suspensión por hasta 30 días sin goce de sueldo y la baja deshonrosa, en caso de falta grave.

Hasta ahora los efectivos que cometen faltas graves siguen cobrando, incluso pese a estar presos o procesados, situación que también sería corregida.

La Dirección General de Orden y Seguridad (el tercer cargo más importante, después de comandante y subcomandante) es una de las cuatro que hay actualmente y la que controla toda la fuerza efectiva de la Policía, es decir, unos 20.000 agentes.

Esta dirección general queda suprimida y se crean ocho nuevas direcciones generales, con roles más específicos y dirigidas siempre por comisarios generales directores de tres estrellas.

Las funciones que antes debía cumplir la Dirección General de Orden y Seguridad, de prevenir y reprimir los delitos, ahora se reparten entre las direcciones generales de Prevención y Seguridad, de Investigación Criminal y de Inteligencia Policial.

Comisarios favorecidos y relegados

Las ocho direcciones generales (a cargo de un comisario general director) van a dividirse en direcciones (a cargo de comisarios generales inspectores) y en departamentos especializados (a cargo de comisarios principales).

Por dar un ejemplo, cada comisario principal que actualmente ejerce como jefe de Policía, ya sea en Asunción o en los 17 departamentos del país, automáticamente va a ser promocionado al rango superior inmediato, que es comisario general inspector. Esto debido a que su cargo se eleva a la categoría de dirección y pasa a depender de la nueva Dirección General de Prevención y Seguridad. Algunos comisarios antiguos van a poder seguir en actividad un tiempo más, en tanto que los comisarios menos antiguos que ocupan cargos claves serán desplazados.

Aunque estos trascendentales cambios a ser introducidos en la Policía Nacional no tendrían por qué disminuir su capacidad operativa (de hecho debería provocar el efecto contrario), aún resta conocer cómo van a asimilar sus nuevos roles los efectivos destinados a las unidades más decisivas. La corrupción enraizada supuestamente debería ir al menos mermando con esta nueva organización estructural, pero tendríamos que esperar a ver si realmente fue para bien o como siempre para peor.

ileguizamon@abc.com.py

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