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Los padres de los que sobreviven se desviven para conseguir comida, agua y un sitio donde dormir, pero también para entretenerlos y engañarlos, en un intento inútil de evitar que los ataques israelíes no les robe la niñez.
Con motivo del Día Mundial de la Infancia, la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russel, recordó la importancia de respetar a los niños "en un mundo cada vez más hostil a sus derechos".
El pediatra Yusef Abu Saita, uno de los 1,7 millones de palestinos desplazados por la guerra, cuenta a Efe cómo intentó convencer a sus hijos de que los cadáveres en la calles eran muñecos que habían colocado los soldados israelíes para asustarlos y la también desplazada Sumud Zorob asegura que solo vive por y para sus hijos.
"Como madre, no podemos controlarnos, pero lo haces a la fuerza, por necesidad, solo por nuestros hijos. Si no tuviera hijos, te lo juro por Dios, no querría vivir por todo lo que estamos viendo: los trozos de cuerpos, el olor, los muertos", comenta Sumud, madre de cinco.
Las familias de ambos han encontrado cobijo en la escuela Al Quds, situada junto a la plaza Al Awda, la principal de Rafah. Viven en unas tiendas de plástico de unos dos metros de largo por dos metros de ancho.
Razam, la hija mayor de Yusef, de 14 años, recuerda su casa, de cuatro habitaciones, salón, cocina y balcón, pero, sobre todo, su habitación de paredes blancas y decorada con pintura azul y dorada.
"Mi juguete favorito es una muñeca que habla, que me trajo mi padre de la peregrinación cuando era pequeña. La quería mucho", cuenta a EFE sin dejar de radiar alegría a pesar de que sabe que nunca la recuperará.
Asegura que le gusta pintar, comer uvas y los jueves, el día previo al festivo de los viernes. Su última comida, dice, fue el 6 de octubre: pollo con arroz. Desde entonces, asegura: "sólo he comido queso y zaater".
Ahora solo desea que haya una tregua y que la guerra se termine, aunque cuando se le pregunta si desea volver a su casa contesta sin cambiar el gesto: "Mi casa ya no está".
En su último informe diario, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) recuerda que "esta guerra está provocando cada día un número asombroso e inaceptable de víctimas civiles, incluidos mujeres y niños. Esto debe parar”.
Asimismo, resalta que ha aumentado el movimiento de niños no acompañados que huyen del norte hacia al sur de Gaza.
"Estimamos que hoy en día, 400 millones de niños –o alrededor de 1 niño de cada 5– viven en zonas de conflicto o huyen de ellas. Muchos están siendo heridos, asesinados o violados sexualmente. Están perdiendo familiares y amigos", aseguró la directora ejecutiva de Unicef.
En Gaza un niño muere cada 10 minutos, según cálculos de la organización Save the Children, que indicó hoy que se espera que entre el estallido de la guerra el 7 de octubre y final de año nazcan 15.000 niños en Gaza.
"Sin un cese el fuego, la vida de los bebés estará en peligro desde el momento en que nacen", asegura la ONG, que hace unas semanas ya señaló que un niño moría en Gaza cada diez minutos.
Su comunicado coincide con la evacuación de una treintena de bebés prematuros de Gaza a Egipto, después de que se quedaran varados en el colapsado hospital de Al Shifa, donde las incubadoras llevaban varios días sin funcionar por falta de electricidad y las tropas israelíes se hicieron con su control.
Yusef, que trabajó en el también fuera de servicio hospital pediátrico de Al Naser, donde su familia encontró refugio hasta que la situación se hizo intolerable por los ataques israelíes, dice que lo único que puede ofrecerle a sus hijos es un lugar para dormir y un poco de agua y comida.
"¿Cómo voy a ofrecerles tratamiento psicológico? Lo único que puedo hacer es darles un lugar para que puedan dormir e intentar darles un poco de comida y agua, pero un tratamiento para trauma psicológico es imposible. Yo mismo necesito que alguien me trate. He tenido miedo, miedo por mis hijos, por mí, por mi familia", zanja Yusef.