Lo que comenzó como una disputa por el control político y militar en Jartum se convirtió en una guerra devastadora que ha fragmentado el país, inmerso en una catástrofe humanitaria por la que millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
El conflicto no muestra señales claras de resolución, pese a los avances claves recientes del Ejército, que recuperó la capital a finales de marzo, mientras los paramilitares se arrinconan en la región occidental de Darfur.
¿En qué punto se encuentra la guerra? ¿Se acerca a un posible desenlace?
Recuperación de Jartum
El Ejército sudanés declaró la capital "libre" de paramilitares la última semana de marzo, después de semanas de rápido avance tras la toma a inicios de año de Omdurmán, la segunda ciudad más poblada del país después de Jartum, y parte de su área metropolitana.
Desde Omdurmán, las tropas regulares avanzaron hacia Jartum Norte, que recuperaron en febrero, lo que obligó a los insurgentes a reagruparse en la capital, que acabaron abandonando en marzo, perdiendo así su última posición en el centro del país.
Esta ofensiva debilitó a las FAR, cuyos remanentes huyeron hacia el oeste, para concentrarse especialmente en el estado de Darfur, uno de los pocos feudos que todavía controlan los insurgentes, donde hay enfrentamientos constantes.
La recuperación de Jartum refuerza la posición de Al Burhan, pero no garantiza el fin de la guerra, un pedido constante de organismos internacionales y numerosos países que han tratado de ejercer como mediadores entre ambas partes.
Sin solución política
A pesar de los esfuerzos internacionales, no hay un horizonte político claro para Sudán. Las negociaciones en Arabia Saudí y otros foros fracasaron debido a la intransigencia de ambas partes, que buscan una victoria militar total.
Las FAR intentaron establecer un gobierno paralelo en las zonas bajo su control, especialmente en Darfur, lo que aumenta el riesgo de fragmentación del país, mientras el Ejército se aferra a su legitimidad como fuerza estatal, pero carece de un plan para la reconciliación.
La ausencia de un acuerdo político sostenible, sumada a la desconfianza entre los líderes, perpetúa el conflicto y aleja cualquier posibilidad de transición democrática.
La actual guerra enfrenta a Ejército y las FAR, antiguos aliados del golpe de Estado de 2021. Las tensiones iniciales surgieron por desacuerdos sobre la integración de los paramilitares en el Ejército regular, un proceso clave para la transición política tras la caída del dictador Omar al Bashir en 2019.
Darfur, bastión paramilitar
Darfur es la cuna histórica de las FAR, que son una reconversión de la milicia Yanyauid, acusada de cometer múltiples crímenes de lesa humanidad contra la población de esta región, donde entre 2003 y 2006 murieron alrededor de 300.000 personas, según la ONU.
Aunque el control de las FAR sobre Sudán se está reduciendo cada día, Darfur sigue siendo el epicentro de la violencia, donde los rebeldes mantienen el control, salvo en la ciudad de Al Fasher, capital de Darfur Norte, bajo un asedio que causa muertes civiles cada semana.
Este domingo, los paramilitares anunciaron la toma de Zamzam, un campo de desplazados que acoge a cerca de medio millón de personas y en el que más de 350 residentes murieron desde el pasado viernes por la operación lanzada por los rebeldes en este lugar a unos 15 kilómetros de Al Fasher.
También controlan algunas zonas de la región de Kordofán, que linda con Sudán del Sur, donde también existe una línea de frente del Ejército para intentar recuperar esa zona.
Crisis humanitaria
La guerra ha desatado una catástrofe humanitaria sin precedentes, que ha provocado la muerte de decenas de miles de personas -hasta 150.000, según algunas estimaciones-, mientras que ha obligado a más de 12,5 millones a abandonar sus hogares, de los cuales casi 4 millones han buscado refugio en países vecinos.
Más de 30 millones de personas en Sudán, que suponen más de la mitad de la población del país, de las que 16 millones son niños, necesitan asistencia humanitaria, alertó la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se estima que el año pasado 4,9 millones de niños menores de cinco años, embarazadas y mujeres lactantes padecieron desnutrición aguda en Sudán, lo que supone un incremento del 22 % respecto al 2023, por lo que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) advirtió que sin un corredor seguro y financiación urgente la hambruna podría convertirse en la mayor del mundo.
Los ataques a hospitales, saqueos de suministros y la inseguridad en las carreteras han paralizado la respuesta humanitaria, agregó recientemente el CICR.