Campaña puerta a puerta en EE.UU., ritual que requiere paciencia y smartphone

WILKES BARRE. Cien puertas en dos horas: ese es el ritmo que John Lombardo intenta mantener cuando llama a las casas de los votantes que viven en Wilkes-Barre, su circunscripción en el noreste de Pensilvania.

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En la era de los teléfonos inteligentes, el ritual puerta a puerta se hace más rápido, pero sigue siendo esencial para la movilización de los votantes estadounidenses. Lombardo, un voluntario republicano de 25 años, camina rápido, de una casa a la otra, en esta área residencial en los alrededores de Wilkes-Barre.

El clima es agradable, las casas están iluminadas y vestidas con calabazas, brujas y otras decoraciones tradicionales de Halloween. Pero la mayoría de las veces la puerta permanece cerrada. “No hay que desanimarse”, dice el joven, que tiene dos trabajos, paramédico y bombero. “Hacer contactos personales es lo más importante de nuestra tarea. Es realmente como se toma el pulso de los votantes” .

Wilkes-Barre es una antigua zona carbonera tradicionalmente demócrata, pero en noviembre de 2016, el 58% de sus pobladores votó por Trump, que ha visitado tres veces el lugar desde su victoria.

El objetivo de los republicanos es ahora volver a motivar a los “trumpistas” para las elecciones del 6 de noviembre y así empujar a sus candidatos John Chrin y Dan Meuser a la Cámara baja y a Lou Barletta al Senado, aunque este último tenga pocas posibilidades frente al demócrata saliente Bob Casey. Esperan ayudar así a conservar una mayoría republicana en ambas cámaras durante la segunda mitad del mandato de Trump.

Lombardo es guiado por una aplicación que le indica los hogares a visitar y clasifica a sus residentes en republicanos o demócratas “duros” o “blandos” , de acuerdo con un algoritmo definido a nivel nacional. La clasificación es más o menos efectiva según los datos disponibles, dice Lombardo: alguien que vota a los demócratas desde hace 10 años será categorizado como “demócrata blando” si tiene un vehículo tipo 4x4 y trabaja en los sectores del carbón o el gas, que Donald Trump ha prometido desarrollar a pesar de su contribución al calentamiento global. Una vez que finaliza la visita, unos pocos clics son suficientes para registrar en la aplicación la información recopilada y volver a la sede del partido.

Uno de cada diez vecinos, en promedio, abre la puerta. Pero Lombardo a menudo solo tiene tiempo para presentarse antes de que la puerta se cierre de nuevo. “Ya no es como en la década de 1970”, dice. “Hoy la gente tiene miedo de abrirle a alguien que no conoce”.

Igual vale la pena. En las elecciones presidenciales de 2016, Lombardo y su equipo golpearon a 50.000 puertas, un esfuerzo que, según él, ayudó a volcar la región hacia Trump, y con ella a Pensilvania y al país entero.

“Todos los estudios muestran que el contacto directo con el elector aumenta la probabilidad de que vote”, dijo Thomas Baldino, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Wilkes. Para las elecciones de mitad de mandato, que tiene tradicionalmente una baja participación al punto que en 2014 sólo el 41% de los vecinos de Pensilvania votó, este trabajo “es esencial”, dice, y el resultado del comicio dependerá de la capacidad de ambas partes para movilizar a sus electores.

Porque en esta región, donde el 90% de la población es blanca y muy católica, la dirección del voto resulta de un cóctel volátil: es más bien demócrata en lo que respecta a la protección social, conservador sobre las cuestiones sociales y preocupado por la inmigración hispana, explica Thomas Baldino.

La sorpresiva victoria de Trump en 2016 provino de la movilización de “personas que no habían votado durante años”, dice el profesor. El desafío, ahora, en el lado republicano es mantener este entusiasmo por Trump con la esperanza de que beneficie a los candidatos locales.

Este es el objetivo de Jess Morgan, de 69 años, otra voluntaria republicana local, que va de puerta en puerta tres veces por semana. Esta dinámica jubilada dice “reconocer directamente” los beneficios de la política económica de Trump a través del negocio de su hijo, que ha comenzado a contratar nuevamente.

A pesar del bajo índice de respuesta, Jess Morgan se muestra entusiasta, especialmente cuando habla de los aproximadamente 50 votantes demócratas que dice haber “dado vuelta” en las últimas semanas. “Día tras día, semana tras semana, suceden cosas que cambian las mentes de las personas”, dice.

Como la columna de migrantes que actualmente caminan desde Honduras a Estados Unidos, alimentando el ya fuerte temor a la inmigración en la región después de la llegada de hispanos a Hazleton, la segunda ciudad más grande del condado, donde representan el 46% de la población, frente al 5% de 2000.

“Cuando tienes una persona que te dice que ha sido demócrata desde siempre pero que va a votar como republicana este año, sientes una descarga de adrenalina”, sostiene con una sonrisa.

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