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El pontífice envió esta misiva, fechada el 1 de enero, con motivo de los ejercicios espirituales que la Conferencia Episcopal de Estados Unidos lleva a cabo hasta el próximo día 8 y a los que Francisco pensaba acudir, aunque finalmente no ha podido por “problemas de logística”.
El Papa reconoce que “la credibilidad de la Iglesia se ha visto fuertemente cuestionada y debilitada por estos pecados y crímenes”, los abusos de poder, conciencia y sexuales, pero sobre todo por la voluntad de querer disimularlos y esconderlos.
“La actitud de encubrimiento, como sabemos, lejos de ayudar a resolver los conflictos, permitió que los mismos se perpetuasen e hirieran más profundamente el entramado de relaciones que hoy estamos llamados a curar y recomponer”, sostiene.
Según Francisco, para esta labor, para “la lucha contra la cultura del abuso, la herida en la credibilidad, el desconcierto, la confusión y el desprestigio en la misión, reclaman y nos reclaman una renovada, decidida actitud para resolver el conflicto”.
Esto implica, añade, “la capacidad -o no- que poseamos como comunidad de construir vínculos y espacios sanos y maduros, que sepan respetar la integridad e intimidad de cada persona”.
También requiere de “la capacidad de convocar para despertar y dar confianza en la construcción de un proyecto común, amplio, humilde, seguro, sobrio y transparente”, señala.
Asimismo, agrega, necesita “no solo una nueva organización, sino la conversión de nuestra mente (metánoia), de nuestra manera de rezar, de gestionar el poder y el dinero, de vivir la autoridad y de cómo nos relacionamos entre nosotros y con el mundo”.
El Papa subraya que el problema de la credibilidad “no se resuelve por decretos voluntaristas o estableciendo simplemente nuevas comisiones o mejorando los organigramas de trabajo”, lo que ve más propio de “jefes de departamentos de recursos humanos”.
Advierte de que esa visión, aunque en algunos casos es necesaria, es “insuficiente” y “termina reduciendo la misión del pastor y de la Iglesia a una mera tarea administrativa/organizativa en la 'empresa de la evangelización'”.
El pontífice argentino llama a la unidad en esta misión, así como a “romper el círculo vicioso del reproche, la deslegitimación y el desprestigio” y a “evitar la murmuración y la calumnia”.
Todo para encontrar “caminos evangélicos que susciten y promuevan la reconciliación y la credibilidad que nuestro pueblo y la misión nos reclama”, insiste.