La homilía completa de la misa central

A continuación transcribimos in extenso la homilía completa de la misa central en honor de la Virgen de Caacupé, que tuvo como tema: "María, la que nos dio a todos el fruto bendito de su vientre". Estuvo a cargo del obispo Ricardo Valenzuela.

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Hoy, en su día, le cantamos a nuestra Madre del Cielo todo lo bello y hermoso que se puede decir de una criatura. La Santísima Trinidad, queriendo salvar a la humanidad, estableció la elección de María Madre del Hijo de Dios hecho Hombre. Es más, quiso Dios que María fuera unida con un solo vínculo indisoluble, no sólo al nacimiento humano y terrenal del Verbo, sino también a toda la obra de la Redención que Él llevaría a cabo. En el plan salvífico de Dios, María está siempre unida a Jesús, perfecto Dios y hombre perfecto, Mediador único y Redentor del género humano.

Lea aquí las frases más fuertes de la homilía.

Por esta elección admirable, María, desde el primer instante de su ser natural, quedó asociada a su Hijo en la Redención de la humanidad. Ella es la mujer de la que nos habla el Génesis en la Primera lectura (Gen 3, 9-15). Después de cometido el pecado original, dijo Dios a la serpiente: "Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya". María es la nueva Eva, de la que nacerá un nuevo linaje, que es la Iglesia. En razón de esta elección, la Virgen Santísima recibió una plenitud de gracia mayor que la concedida a todos los ángeles y santos juntos, como correspondía a la Madre del Salvador. María está en un lugar singular y único entre Dios y los hombres. Ella es la que en la Iglesia ocupa después de Cristo el lugar más alto y el más cercano a nosotros (Lumen Gentium 54 ); es el ejemplar acabado de la Iglesia (L.Gentium 63), modelo de todas las virtudes (L.Gentium 65), a la que hemos de mirar para tratar de ser mejores.

En Ella, purísima, resplandeciente, fijamos nuestros ojos, "como en la Estrella que nos guía por el cielo oscuro de las expectativas e incertidumbres humanas, particularmente en este día, cuando sobre el fondo de la liturgia del Adviento brilla esta solemnidad anual de tu Inmaculada Concepción y te contemplamos en la eterna economía divina como la Puerta abierta, a través de la cual debe venir el Redentor del mundo" (Juan Pablo II, 1982). María, la que nos dio a todos el fruto bendito de su vientre.

Siguiendo con el lema “Abrazarse a Cristo Jesús”, inspirado en el Evangelio de Juan 15,1-17, estamos concluyendo el segundo año del Trienio de la Juventud, vemos con mucho optimismo el camino recorrido hasta ahora y podemos notar los esfuerzos de numerosos jóvenes que con la ayuda y la gracia de Dios están llevando adelante el Trienio.

En efecto, los jóvenes representan un enorme potencial para el presente y el futuro de la Iglesia y de nuestro pueblo, como discípulos y misioneros del Señor Jesús. Son generosos, sensibles a las causas nobles y no temen el sacrificio ni la entrega de su propia vida. Sin embargo, los jóvenes le temen a una vida sin sentido, a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y a todas formas de violencia.

Hablar de los jóvenes es hablar sobre el presente y el futuro de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia. En ese sentido, la Pastoral de Juventud y el Instituto de Pastoral de la Juventud (IPJ) en sus varios años de servicio a la Iglesia y la sociedad, ha puesto a disposición de las comunidades juveniles el Itinerario Formativo donde podrán encontrar en él, los diferentes temas que afectan e interesan a los jóvenes de nuestra Iglesia en la sociedad actual.

El itinerario es motivo de alegría esperanzadora para la vida del joven y sus comunidades y, a la vez, un impulso misionero que los lleve al encuentro de nuevos jóvenes, especialmente de quienes se han alejado de la Iglesia o quienes nunca han experimentado en sus vidas la alegría de la buena noticia proclamada por Jesús, para que les haga arder sus corazones y de esta manera se conviertan en auténticos discípulos misioneros de Jesucristo. Entramos en el tercer año del Trienio de la Juventud en la Iglesia paraguaya, que tiene como lema: "Para que produzcan mucho fruto", deseando este 2019 con todos nuestros jóvenes llevar nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros de que la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas (D. Aparecida 551).

Acompañando a los jóvenes en el Trienio navegando mar adentro, movido por nuestra profunda fe en Dios y por el sincero amor a todos los que habitamos este suelo, animamos particularmente a los fieles cristianos, a empeñarse en los cambios radicales que necesita con urgencia nuestra sociedad paraguaya.

Hemos vivido un año muy agitado. En primer lugar, para nosotros los pastores, si algo nos quedó claro de todo lo vivido en el ámbito moral es que la vida de sacerdotes y religiosos no siempre corre por los cauces del Evangelio. Nos apartamos de ellos por nuestros errores y, lo que es más grave, por la comisión de delitos como los abusos de menores y otros delitos.

Por ello, una vez más pedimos perdón, rogando que los delitos se denuncien ante la justicia. ¡La Iglesia no es lugar para delinquir! Pero también vemos claro que muchas son las vidas de creyentes que dan testimonio del Evangelio, para quienes Cristo es germen de nueva humanidad.

Sin duda que serán los valores evangélicos y eclesiales los que nos permitirán la anhelada y urgente renovación. Para eso, tenemos que poner en el centro a Cristo y, desde él, el servicio limpio y generoso a las personas, particularmente a los más vulnerables y pobres. Al mismo tiempo, al mirar al interior de nuestra sociedad, nos lastima y preocupa la acentuada gravedad de la crisis de la moral pública y privada, de la vida política y de la administración judicial, de la situación de injusticia social y económica de la población.

La actuación de varias autoridades y dirigentes políticos al no tener programas bien pensados y de un comportamiento no adecuado a su investidura, está creando malestar y descontento de grandes sectores de nuestra patria. Esto nos lleva a decir: ¡Basta ya a la desvergonzada corrupción e impunidad a la que se ha llegado! Miremos a la Casa de la Justicia. Ya no podemos permanecer impasibles ante tanta corrupción. Se ha perdido la confianza en la Justicia, porque se ha perdido el respeto. La Ley no es igual para todos. Es sabido que los políticos tienen sometidos a los jueces y fiscales mediante organismos manejados por ellos mismos.

Estamos al borde de la justicia por mano propia. Porque "sus hijos no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el derecho" (I Sam 8, 3). Pero, gracias a Dios, hay todavía algunos magistrados que han logrado escapar a ese contexto general de la corrupción pero son casos muy excepcionales. Hay que recuperar en forma urgente la credibilidad perdida!

Igualmente, hay un claro malestar de la ciudadanía hacia varios de nuestros representantes, porque se han alejado de los temas centrales de la sociedad y además llevan sobre sus espaldas serios cuestionamientos, cómo son el tráfico de influencias, las protecciones mutuas, los privilegios, salarios altos, mecanismos de presión, etc.

¡El País está cansado! El pueblo está cansado de esta clase de autoridades. Cansado de las injusticias... cansado por la falta de oportunidad a un empleo digno... cansado de la violencia y la inseguridad reinante en las calles... cansado de los egoístas que buscan sólo su bienestar individual... cansado de los insaciables de dinero y de poder... cansado de los que abusan del poder...cansado de los que oprimen y compran conciencias ajenas... cansado de los que negocian sectorialmente los bienes del país... cansado de los que hipotecan el futuro de los niños y los jóvenes... cansado de los que pretenden enseñar a los niños y niñas ir contra su propia naturaleza... cansado de los que pretenden sustituir los valores familiares por el individualismo y libertinaje... cansados de la pornografía, los robos, la violencia, los secuestros y homicidios; del cultivo cada vez más creciente de drogas y su tráfico impune y el consumo desmedido de bebidas alcohólicas que tantas tragedias ya produjo, en fin, cansado de la corrupción generalizada que parece no tener límites. A todo esto decimos, basta ya!!

El 11 de noviembre del 2013, en la misa de Santa Marta, el papa Francisco habló duramente sobre la corrupción, diciendo lo siguiente: “Jesús dice que al cristiano que tiene doble vida y que finge ser benefactor de la Iglesia, pero que roba al Estado y a los pobres, se le debe poner una piedra de molino al cuello y arrojarlo al mar. No lo digo yo, lo dice Jesús… La doble vida de un cristiano es una injusticia, porque esta persona engaña.

Esta es la diferencia entre el pecador y el corrupto; quien tiene una doble vida es un corrupto. Se puede ser pecador, porque lo somos todos, pero no corrupto. ¿Qué significa corrupción? En el latín, viene del vocablo “corruptio”, que se encuentra conformado por los siguientes elementos: el prefijo “con“, que es sinónimo de “junto”; el verbo “rumpere”, que puede traducirse como “hacer pedazos”; y finalmente el sufijo “tio”, que es equivalente a “acción y efecto”. Corrupción es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar).

La naturaleza nos enseña que los árboles mueren de arriba hacia abajo, no hay árbol que empiece a morir de raíz. Sucede lo mismo en cualquiera de las instituciones, sea eclesial, política, castrense, policial o empresarial, etc. Las organizaciones mueren de arriba hacia abajo. Cuando el líder no es íntegro, no es honesto, se comienza a pudrir toda la estructura hacia abajo. Si una persona llega a una empresa y ve que el vigilante es deshonesto, o que el cajero es deshonesto, es porque encuentra ciertamente jefes deshonestos; pues, sucede lo mismo, en cualquier nivel y cualquier institución. He querido traer un ejemplo, para que nos demos cuenta de cuan grave es no dar integridad y honestidad a nuestra vida, a nuestros hijos, a nuestra institución, a nuestro país.

La Gran Muralla China o Chángchéng (”larga fortaleza”), fue construida en la Dinastía Qin, 200 años antes de Cristo, con el fin de protegerse de los ataques de los habitantes de la actual Mongolia, en los 22 siglos de existencia que lleva. La gran Muralla China tiene más de 8.000 km. Para que nos hagamos una idea de los 8.000 kilómetros, Asunción dista de Nueva York 7.800 kilometros, imaginémonos, la Gran Muralla China yendo a pie de Asunción a Nueva York. V

eamos, 8.000 km de construcción con el señor Kim Chan Jum en el año 259 y terminó con una parte el año 210 antes de Cristo, fueron 50 años; luego continuó con la famosa dinastía Ming entre 1368 al 1644 y así tardó en terminarse casi en 2000 años, esa gran Muralla China. Era tan larga, que ningún ejército en el mundo podía bordearla y tan alta que ningún ejercito del mundo tenía la capacidad de escalarla, era imposible y fue un imperio grande bajo la dinastía Ming que duró 500 años. Y en este período fue invadida tres veces y las tres veces lo hicieron por la puerta principal. ¿Y cómo lo lograron?, sobornaron a los guardias, (coimearon), entraron, saquearon y destruyeron todo a su paso. ¿Qué sucedió aquí? ¡A los chinos se les olvidó que tenían que darle el valor de la integridad y honestidad a sus hijos! Entonces nos preguntamos, para qué sirve tener la tecnología más avanzada, o el poder absoluto, si los líderes y las personas que están en los puestos claves, no tienen integridad, no son honestos, pues, no sirve absolutamente para liderar; un líder sin integridad, ni honestidad, es un líder débil, que en cualquier momento se quiebra, se deshace, queda inutilizado, porque ha perdido toda capacidad de mando e influencia.

Hay, dos valores al que debemos prestar mucha atención: son la honestidad y la integridad. La honestidad es una virtud moral y cívica. En cualquier país cuyos hombres públicos son deshonestos, se tiene que pagar un tributo costoso de la deshonestidad insaciable de sus líderes, es decir, tener lideres corruptos, le resulta carísimo a un país.

En cambio, el ciudadano honesto, es aquel que no miente, que respeta la palabra dada y que es incapaz de cualquier apropiación indebida en sus negocios y en el ejercicio de sus responsabilidades públicas y privadas. Así mismo, una persona íntegra es aquella que siempre hace lo correcto, al referirnos a hacer lo correcto significa hacer todo aquello que consideramos bien para nosotros y que no dañe a otras personas. Reconocemos que el Evangelio de Jesucristo todavía no ha entrado profundamente en el corazón de nuestro pueblo.

Por eso queremos recordar e insistir en la enseñanza de Jesús, Maestro, en que debemos comenzar por la conversión personal. Jesús comenzó su vida pública al proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca "(Mt. 4, 17). Tal es la fuerza de esta proclamación, que puede generar un cambio de vida, de visión y de actitud de grupos y de personas responsables de la vida y acción de las instituciones al servicio del pueblo. El compromiso perenne de la Iglesia es anunciar el Reino de Dios, y este anuncio es su contribución sustancial para renovar todas las cosas.

Decimos una vez más con las palabras de Cristo: Necesitamos hombres nuevos, nueva levadura, cristianos que sean luz del mundo con su vida, su testimonio personal, sus criterios y su doctrina. Con esta necesidad nos referimos muy particularmente a los laicos que pertenecen a los diversos movimientos de la Iglesia. En esta hora difícil, el Evangelio exige de ellos un compromiso claro y decidido de ser auténticamente hombres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia. Ya no es posible vivir la santidad solamente al interior de la comunidad eclesial, esa santidad debe traspasar todas las estructuras del mundo actual. Sin este paso fundamental y primero, no vamos a llegar a la nueva sociedad, al nuevo Paraguay que todos soñamos.

Animamos, a todos los cristianos y personas de buena voluntad, a continuar confiando en la ayuda del Señor y en la buena disposición de todos, mientras ponemos nuestro perseverante esfuerzo personal y comunitario, en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Estamos seguros de que en el corazón de cada uno de nosotros palpita esa fuerza capaz de vencer las dificultades que se interponen en la edificación de una comunidad más humana y más cristiana en nuestro país. Jesucristo, el Señor de la historia, nos anima a mantener la fe y la esperanza en nuestro caminar.

Elevamos nuestros ojos hacia la Madre de Jesús y Madre nuestra, la Inmaculada siempre Virgen María. Ella inspiró a los primeros evangelizadores, entre ellos San Roque González de Santa Cruz y Compañeros Mártires, a emprender juntos el camino de la evangelización de nuestros antepasados. Y la beata María Felicia de Jesús Sacramentado, que con humildad, y simplicidad buscó cumplir la voluntad de Dios, sea un estímulo y ejemplo vivo para todos, al recordar su lema preferido: "Todo te lo ofrezco, Señor". Desde sus advocaciones más diversas extendidas por tantos pueblos y ciudades de nuestro país, Ella continúa diciéndonos: "Hagan lo que Él les diga" (Jn. 2,5). Con la confianza en esas palabras podemos mirar con optimismo hacia el cambio cultural, social y religioso de nuestro pueblo, caminando confiados hacia "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Apoc. 21,1), con hombres nuevos y mujeres nuevas, para llevar a término la impostergable reconstrucción moral de nuestro pueblo, un pueblo honesto, íntegro y solidario.

Culmino con estas palabras dichas en 1964 por Martin Luther King un gran líder (norte)americano: "Una nación se sentencia a sí misma cuando sus gobernantes legalizan lo malo y prohíben lo bueno, y cuando su Iglesia cobardemente se vuelve cómplice con su silencio". Hemos hablado. Pero el Señor nos recuerda: "Que los cielos y la tierra escuchen lo que acabo de decir; te puse delante la vida y la muerte, la bendición o la maldición. Elige, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia"(Deuter. 30, 19). ¡Tú decides! Un Paraguay postrado por la corrupción que ha echado a perder los sueños e ilusiones de muchos o un Paraguay, que brille por su Justicia, donde la ley es igual para todos, sus representantes son de mente y corazón "Honorables", donde los administradores de los asuntos públicos sean personas honradas, capaces y trabajadoras. Donde se dé la búsqueda incesante del bien común para que cada paraguayo tenga una vida digna, una buena educación, tierra, techo y trabajo digno para todos, salud integral, etc. ¡Tú decides! Si eliges la segunda, la vida para que vivas tú y tu descendencia, podemos gritar juntos: ¡Paraguay, despierta, ponte en pie y manos a la obra! Así sea.

 

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