Se cumplen ¡32 años!

Se cumplen tres décadas y dos años del derrocamiento del general Alfredo Stroessner. De cuando los paraguayos nos ilusionábamos imaginando que terminaba una época oscura y empezaba otra: rutilante, llena de posibilidades y presagios augurales. En la excitación del momento, no le dimos importancia al hecho de que nuestros “libertadores” -si no todos de la misma calaña del derrocado- habían hecho escuela con él. Tampoco nos percatamos de que la primera proclama del “prócer libertario” en la madrugada de aquel 3 de Febrero de 1989, estuvo lejos de la trascendencia de la gesta.

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Pienso simplemente en el Bando de Carlos Antonio López cuando en 1859, la armada norteamericana decidió avanzar sobre el Paraguay, para invadirlo:

“…serán hostilizados de día y de noche; no se les dejará dormir, descansar ni poner el pie en ninguna playa; se llenarán las costas de tiradores y piezas de artillería volante”.

Evoco la contestación del Mariscal a la intimación de rendición de los Aliados en Ita Yvate:

“… VV.EE no tienen derecho a acusarme ante la República del Paraguay, mi patria, porque la he defendido, la defiendo y la defenderé todavía. Ella me impuso ese deber y yo me glorificaré de cumplirlo hasta la última extremidad, que en lo demás, legando a la historia mis hechos, sólo a mi Dios debo dar cuenta”.

Y mi sentimiento vuela hacia los defensores del Fortín Gondra durante la guerra del Chaco, quienes bajo la bandera nacional izada en lo alto de un palo lampinado a machete y al son del Himno Nacional, juraron “vencer o morir por la patria y por su honor”… Y SE ME ERIZAN LOS PELOS.

Por lo que aquel lacónico “Hemos salido de nuestros cuarteles…” y un par de frases -para colmo- mal leídas, no fueron la expresión inflamada que todos esperábamos en correspondencia con tanta expectativa acumulada. Tampoco fue suficiente saber que nuestros “libertadores” habían decidido rebelarse ¡por fin! para compartir con nosotros, el pueblo, la esperanza por días mejores. Aunque sin comprometerse clara y explícitamente, a restablecer el orden moral y la justicia, que habíamos reclamado desde MUCHO ANTES de que ellos decidieran abandonar sus refugios castrenses. Y sin que le reprocháramos que fueron ellos mismos, los que habían sostenido la dictadura durante más de tres décadas.

Pero la adrenalina insuflada por la libertad, obró el milagro de que la mayoría olvidara agravios y a compañeros definitivamente ausentes, para llenar de euforia las calles de Asunción y hacer hurras, abrazados con sus antiguos victimarios. Algunos, que habían sufrido con mayor rigor los embates de la represión pero que atisbaban la proximidad del poder, olvidaron su compromiso con la historia. Y hoy estamos pagando las consecuencias. Porque con acordados olvidos y convenientes acomodos que omitieron el necesario rigor para los que alentaron y sostuvieron la dictadura, no podía haberse establecido desde luego ¡NUNCA! el bien anhelado. Que de las malformaciones culturales, sociales, económicas y políticas que pretendimos dejar en el recordado día de la Candelaria de 1989, era inevitable que de algunos de sus muñones intactos, rebrotara el mal con toda su crudeza.

TzvetanTodorov (1939/2017) nos advirtió: “…. Una sociedad necesita conocer la historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva …pero la historia no se hace sino con la verdad y la justicia… pues si no es así, es una mala historia”. De las dos guerras del Paraguay nos hablan miles de libros y aún así, los paraguayos todavía discutimos sobre ellas. De la Dictadura de Alfredo Stroessner no se escribieron siquiera 10 volúmenes; sus protagonistas, mentores y actores, ya están casi todos ausentes y los que la sufrimos nos estamos yendo. Y de la época no se sabe nada más que los testimonios asentados en los corrillos de café o en la imprecisa Memoria Colectiva. ¡Cómo no resurgirían entonces todas las pérfidas figuras de los años de “Paz y Progreso”, en instituciones como el TSJE y en la Corte Suprema de Justicia!. ¿Cómo habrían evitado los Partidos Políticos de rancia estirpe democrática, esa explosión de mediocridad y corrupción que manifiestan algunos de sus representantes en el Congreso Nacional? ¿Cómo se erradicaría la corrupción del Paraguay si los procedimientos para ampararla siguen intactos?

Sabemos que una Democracia no se desarrolla ni se concreta en base a espasmos de moral o meras declamaciones altruistas pero sin sustento operativo. Seguimos hablando de cambio aunque cada vez más como si fuera una canción que se nos grabó simplemente en la memoria … porque “nada puede cambiar el que imita lo mismo que dice combatir”. Como de la misma forma, tampoco puede avanzarse en el mejoramiento del Estado, sólo en base a demandas o denuncias … si no existen procedimientos protocolizados, medidos, eficaces y sostenidos para castigar y corregir excesos o defectos.

Los años transcurridos nos distancian de la Dictadura, pero una rápida mirada sobre el paisaje humano de la sociedad paraguaya, especialmente la que recrea la fauna partidaria, nos permite verificar que la simiente subsiste y ha fructificado con creces. Porque cuanto mas años transcurran entre el pasado stronista y los tiempos actuales, sin la historia de los que deben escribirla ni conciencia crítica del colectivo, los parecidos resultarán cada vez más evidentes. Como ya puede notarse ahora…

jorgerubiani@gmail.com

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