La empanada que faltó

Cíclicamente, las redes sociales se hacen eco de situaciones jocosas o dramáticas que se viralizan a velocidad exponencial, especialmente en estos tiempos en los que la pandemia nos ha llevado al encierro intermitente, en el que el uso de la tecnología ha sido una vía importante de distracción y una válvula de escape al estresante contexto devenido de más de un año de restricciones.

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El caso de la “chica de la empanada” es un ejemplo. La misma, ofuscada por no haber encontrado en su pedido original el sabor de la empanada de su preferencia, volvió al local para deshacerse en gritos y reclamos a la empleada. El momento fue muy bien llevado por esta, quien, en todo momento, según el video viralizado, trataba de mantenerse tranquila. De todos los testigos que se encontraban en el lugar, solo una persona atinó a decirle a la clienta ofuscada que gritar no era la forma de hacer sus reclamos. Puede que “la gritona” haya tenido un mal día o tiene un carácter de los mil demonios, pero enojarse por una empanada mal puesta, no justifica una reacción desmedida, sostienen quienes defienden a la empleada. Para los que están del otro lado, la equivocación es un ejemplo de que hay veces en que la atención al cliente es deficiente.

Por unos o por otros, la situación nos muestra transversalmente de una manera que alarma lo normalizada que está en nuestra sociedad la agresión y violencia verbal o física hacia personas en estado de vulnerabilidad y peor si se trata de mujeres. Hay una desprotección tal que se asume que las personas que trabajan en atención al cliente son el basurero emocional de los clientes. Lo aplican en quienes hacen venta en el mostrador, cajeras, call centers, guardias de seguridad y otros. A estas personas no les queda más que “aguantar” porque renunciar en estos tiempos de crisis no es una opción. Tras ese uniforme, tras ese auricular hay una mamá, un papá, un hijo, una hija que tiene una lucha por ganarse la vida de manera digna. En este caso, la empresa salió en defensa de su empleada, pero no todas actúan así. Además de hacer una defensa pública, también deberían plantearse en llevar adelante un plan de contención para trabajadores expuestos a este tipo de maltratos.

Por su parte, las autoridades deberían analizar no solo en penalizar a los perpetradores de actos violentos sino de repensar un plan que apunte a la salud mental en general.

La vida es demasiado corta, más aún hoy, para enojarse por una empanada.

mescurra@abc.com.py

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