QEPD o las redes exequiales

Últimamente no hay conversación de amigos, de trabajo, de pasada en tiendas y almacenes en la que el covid-19 esté ausente.

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Quien más quien menos tiene un pariente o conocido que la está pasando mal como consecuencia de la pandemia, si es que no es uno mismo. La cantidad de contagios (casi 250.000 en 404 días de cuarentena) y muertes (ya superamos los 5.000) aumentan cada día. La crisis económica devenida de las restricciones, así como la falta de vacunas, los robos de los parlamentarios y el sistema de salud hecho bolsa (hule) nos ponen en un callejón sin salida en el que cada paso nos empuja contra el duro concreto y no hay salida posible, al menos en el corto plazo.

Ante este escenario un elemento de evasión y distracción, hasta ahora, había sido el uso de las redes sociales. Dicho elemento era aplicado tanto para la educación, las relaciones familiares y también las amorosas.

Inclusive hubo un tiempo en el que las ventas de computadoras y smarthphones, así como la compra de paquetes de internet, fueron un boom ante la necesidad de optimizar y asegurar la conectividad tanto para entregar tareas como para entregar el corazón.

Sin embargo, la segunda ola del coronavirus, con el tendal de contagiados y fallecidos, ha mutado el uso y sentido de las redes sociales y las ha convertido en redes exequiales y de desesperados pedidos de auxilio.

“Vuela alto”, “QEPD”, “Te vamos a extrañar”, son frases recurrentes en este momento cuando abrimos el Facebook, el Twitter y el Instagram.

Lo que había sido algo para distraerse, hoy es un gran franelógrafo virtual de anuncios fúnebres.

En el mismo también se cuelgan desesperados pedidos de auxilio económico para solventar los gastos que demandan los medicamentos a ser utilizados en pacientes covid-19 en UTI. Rifas, polladas, chorizadas, asadeadas, hamburgueseadas y todo tipo de oferta gastronómica con tal de recaudar algo para lograr la cura de nuestros enfermos.

Entre tanto, nuestras autoridades se autoasignan siderales dietas, despilfarran el dinero que podría destinarse a salud, viviendo en su burbuja de pedo criminal, en la que ni la pandemia los detiene y se siguen cargando los bolsillos así como sus voluminosos abdominales a costa del hambre y la muerte del pueblo.

Los números que cada día replicamos con respecto al coronavirus no son solo cifras, cada número representa a un padre, a una madre, un hermano, una hermana, un hijo, una hija, un colega y una colega. Así es que ese número se multiplica en el dolor que sentimos al tener que despedir a nuestros compañeros, esos con los que compartimos jornadas de trabajo, con los que pasamos una vida en un móvil de prensa o a quienes pedimos despachos desde sus lugares de cobertura. Hoy nos toca colgar nuestro propio cartel para decir: Vuela alto, Francisco “Mendo” Mendoza, compañero conductor; y te vamos a extrañar, Desiré “Desi” Cabrera, colega periodista. QEPD.

mescurra@abc.com.py

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