Dime… ¿sigues haciendo cosas para que te reconozcan?

De las diferentes formas de pensamiento que los desvalorizados se ingenian para obtener valor personal y terminan confirmando su propia discapacidad y falta de recursos, los pensamientos negativos se alían a emociones perturbantes y construyen realidades en las acciones que a la vez confirman o que justifican o dan la razón a los pensamientos distorsivos y negativos.

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En los exámenes de la universidad se observa con mucha claridad. Si al estudiante lo acucian demasiados pensamientos de insuficiencia, a pesar de que estudie, el estrés y la ansiedad lo traicionarán a la hora de exponer jugándole una mala pasada: tartamudez, olvidos, paralización, ¡más allá de la hipermovilidad intestinal!

Los patitos feos y cenicientas en general hacen hincapié en los aspectos nefastos, tanto en los personales como en los de otros o de algunas tramas. Si bien siempre podemos encontrar las partes negativas de una historia, los protagonistas son idóneos y de manera automática ponen el foco en los aspectos que son realmente nocivos. Estos pensamientos, emociones y actitudes autodesvalorizativas son las que emergen en el desvalorizado a la hora de afrontar una situación, en la que cree poner en juego su capacidad personal.

  • Desvalorizados culpabilizadores: En la misma línea que lo anterior, hay desvalorizados echadores de culpa, que con el fin de justificar su impotencia o sus temores al fracaso, depositan la culpa de sus desaciertos o del no hacer en los miembros de su entorno o de su propia historia. Por ejemplo, adjudicar la culpa de no haber concretado una carrera universitaria a los padres que no le inculcaron la noción del estudio, o no asistir a una fiesta porque el marido estaba cansado, o ser ama de casa porque el marido no ladejaba salir a trabajar.
  • Desvalorizados inmovilizados: son aquellos que se sumergen en una profunda inacción, fruto del temor a fracasar. Para evitar que su fantasía de rechazo cobre realidad, prefieren no hacer a jugarse y errar. Esta forma de actuación evitativa termina convirtiéndose en un estilo de personalidad emparentado con la fobia al compromiso y el consecuente empobrecimiento de la persona, dado el estancamiento que produce. La persona parte de la falta de confianza en sí misma, imagina lo que el interlocutor piensa de ella (generalmente algo descalificante) y, frente a la posibilidad de rechazo, se repliega y escapa o elude la situación.
  • Desvalorizados comparadores: A pesar de que siempre se dice que las comparaciones son odiosas, es inevitable realizarlas. Los desvalorizados tienden a compararse con los otros desde una perspectiva bastante distorsionada. No sólo distorsionada para sí, sino distorsionada para los otros. Siempre los otros saldrán victoriosos en la comparación, lo que coloca a los patitos en una total asimetría por debajo. Los desvalorizados son expertos en observar el flanco positivo de los otros, pero no en calificar su propia persona, razón por la cual salen perdiendo en la comparación. Si bien la comparación tiene visos realistas cuando se realiza con personajes que se destacan y son imposibles de superar, el desvalorizado también saca poca renta de las comparaciones que se establecen con gente común. En síntesis, el jardín del vecino siempre estará más verde.
  • Desvalorizados minimizadores: son los que siempre tienden a hacer minimizaciones de las situaciones. Cuando se describen en algún logro o alguna jugada que les ha salido muy bien, no tienden a destacarlo, sino, muy por el contrario, a minimizarlo. Es el típico caso en que algo que se buscó durante mucho tiempo y se obtuvo, se desmerece o se opaca en lugar de calificarlo como un hecho muy positivo. En una materia de la universidad muy difícil, el patito feo fue uno de los pocos aprobados y dice: Bueno, no es para tanto, estudiando cualquiera aprueba….
  • Desvalorizados catastróficos: En los pensamientos catastróficos, la fatalidad invade a la persona. Van más allá de una simple negatividad, son imágenes terribles que en general se desarrollan en los aspectos afectivos. Las visiones catastróficas en los desenlaces amorosos son un claro ejemplo de estas distorsiones cognitivas, con vivencias frecuentes de desamparo y fracaso: Si me dejara, sentiría un dolor terrible / Si me despidieran, estaría totalmente perdido.
  • Desvalorizados evitativos: Es común que una persona desvalorizada, de cara a sus sentimientos de ineptitud, se sumerja en conductas evitativas que eludan la responsabilidad de llevar a cabo la acción o situación prevista. La evitación se produce por olvidos, asumiendo otros compromisos simultáneos con la situación que se debe afrontar, usando racionalizaciones o postergando in eternum, es decir, dejando siempre para mañana la posibilidad de llevar a cabo una acción determinada. Son en general procrastinadores que postergan para después acciones o puesta en marcha de proyectos, escondiendo el temor a fracasar.
  • Desvalorizados sobregeneralizadores: Las sobregeneralizaciones consisten en elaborar un patrón negativo a partir de un hecho negativo. En este sentido basta un detalle negativo de una situación, para crear una ilación catastrófica. Sobre-generalizar implica hacer de un particular una generalidad. Este automatismo ejercita la visión del vaso medio vacío en todas las situaciones que deben afrontar los patitos. Se rigen por el refrán para muestra basta un botón, puesto que de un particular construyen un general y, es común escucharlos diciendo es una mala persona, en lugar de tiene algunas actitudes desagradables, o ¡siempre soy un fracaso!, en lugar de ¡me equivoqué!
  • Desvalorizados extremistas: Es el típico pensamiento del todo o nada, o siempre o nunca que resulta un buen ejemplo de una forma de procesamiento de la información y razonamiento que termina por apocar a la persona. Se pasa de un extremo a otro pasando por alto toda la gama de posibilidades intermedias. Este automatismo cognitivo establece que, si no se es rico, se es pobre; si no se es inteligente, se es retrasado mental; si no se es el mejor de la clase, se es un mediocre. Siempre me sale mal todo (porque se le quemó la comida) / Nunca fui bueno en estudio (porque no se acuerda una fecha, o un cálculo o el nombre de un prócer)
  • Desvalorizados psicosomáticos: En otras circunstancias es el cuerpo el que reacciona e impide hábilmente la posibilidad de cumplir la tarea que debe afrontarse. Un dolor de estómago a tiempo, espasmos gastrointestinales, diarrea, terribles jaquecas, desmayos, baja presión con el consecuente sudor frío y palidez, taquicardia, palpitaciones, alergias cutáneas inesperadas, mareos, náuseas, síntomas que bien pueden confundirse con un ataque de pánico, pueden psicosomatizarse con el fin de eludir o no asumir una decisión, acción, situación. Claro que la persistencia de estos mecanismos sintomáticos en el tiempo genera resistencias al cambio. O sea que tanto se utiliza la misma vía de descarga, tanto se daña al órgano, tanto se instituye como mecanismo personal que se crean verdaderas enfermedades psicosomáticas.
  • Desvalorizados ejemplares: son los hiper-exigentes que tratan de resaltar en los contextos en que interaccionan con la secreta expectativa de ser valorados por sus capacidades y recursos. Muchos de ellos, en su infancia necesitaron hiperexigirse cuestión de convertirse en niños sobreadaptados o súper correctos, obteniendo así algún resto de mirada de sus progenitores. Si midiéramos en términos de puntaje, es el típico ejemplo del vaso medio vacío o medio lleno. Si el máximo es 10 puntos, un exigente valora haber alcanzado un 7 u 8, mientras que el desvalorizado ejemplar se dedica a observar obsesivamente lo que faltó.
  • Desvalorizados desvalorizadores de lo positivo: Contrariamente a las personas que tienden a ver el lado positivo de las cosas o situaciones, los patitos feos o las cenicientas son expertas en descalificar lo bueno de lo que sucede. Los éxitos o los resultados a favor son menospreciados o tomados como fruto del azar o la casualidad. Las capacidades o recursos personales son minimizados o, más precisamente, descartados. El logro de realizar una buena entrevista como pasaporte para conseguir trabajo puede ser visto como fruto de la suerte. En lugar de valorar el haber sido seleccionado para entrar en la universidad, un estudiante prefiere ver el favor que le hizo el profesor en la entrevista de admisión.
  • Desvalorizados justificadores: También se apela a las racionalizaciones y justificaciones para enmascarar la posibilidad de no llevar a cabo una acción. Como en la famosa fábula del zorro y la uvas, que prefirió afirmar que las uvas estaban verdes antes que enfrentarse con la imposibilidad de recogerlas. La persona suele justificarse con frases que, en general, comienzan con la expresión La verdad…, y continúan con la racionalización correspondiente, por ejemplo: La verdad que no tenía muchas ganas de rendir el examen… es una materia que no me despierta interés… (en realidad, la materia le encanta, pero el profesor le da miedo, es demasiado exigente), o La verdad que se me hizo tarde, tuve mucho trabajo (en realidad, dio vueltas y vueltas antes de salir). Estas justificaciones encierran y ocultan sentimientos de impotencia y minusvalía que el desvalorizado ha cubierto con una armadura para poder manejar (de manera perentoria) las situaciones sociales.
  • Desvalorizados omnipotentes: son la contracara de los impotentes, pero al final son lo mismo. En unos aparece la mas descarnada desvalorización de manera directa, los omnipotentes contrareaccionan actuando como si todo lo pueden. Tienen la idea de hacerse cargo de los temas y problemas de los demás, buscando ser queridos y aceptados. Por supuesto que el estrés y la sobrecarga de actividades por sentarse en todas las sillas que le colocan no hace que se refuerce su autoestima sino que se deteriore.
  • Desvalorizados nopuedodecirNO: Son los desvalorizados que tienen en su pensamiento, la creencia estructurada que no pueden tener enemigos. Siempre deben ser queridos, por lo tanto no pueden decir No, a ninguno de los requerimientos de los otros. Poseen una orden interna que obliga a decir que frente a las demandas de los demás. Siempre están atentos a lo que el otro necesita y cuando la necesidad se transforma en pedido, simplemente responden afirmativamente. Aún cuando no haya un pedido explícito. El decir No genera culpa, angustia, miedo a la soledad y una serie de sensaciones y fantasías de desprotección. El miedo al rechazo motiva que siempre la respuesta sea el .

De ninguna manera esta lista se acaba, son solamente algunas de las características. Muchas de ellas se mezclan con otras y seguramente habrá otras tipologías que escapan a esta clasificación. Lo importante es darse cuenta, cuando se elucubra el tipo de pensamiento autodesvalorizado, cuestión de atacarlo y destruirlo.

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