Fracasos en la búsqueda de autoestima

El sentimiento de valoración que se tiene de sí mismo, no solamente es la autopercepción y propio reconocimiento de los aspectos positivos, sino también es la “autoconciencia”, es decir, conocer tanto los aspectos personales positivos como las propias limitaciones.

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La valoración es un proceso que se metaboliza puertas adentro en nuestra mente y en nuestras emociones. Es un proceso que va de adentro hacia fuera y no de afuera hacia adentro. Solamente somos nosotros los que debemos valorarnos: recapacitar acerca de nuestros valores personales, sentirnos valiosos para nosotros mismos y para los demás. Pero los seres humanos equivocadamente tomamos el camino inverso: buscamos encontrar en el entorno no que no podemos ver dentro nuestro.

Hay múltiples formas fallidas de búsqueda de autoestima y las he agrupado en diferentes síndromes. Los síndromes en Psicología, reúnen bajo un rótulo determinado diferentes características, signos, síntomas, mecanismos, acciones, etc. Muchos de estos síndromes se entrecruzan en particularidades y estratagemas. No existen síndromes puros. El ser humano es de tal inconmensurabilidad cognitiva, emocional y pragmática, que es posible que apele a varios de los rasgos de estos síndromes en pos de obtener el tan preciado tesoro: la valoración personal. Los principales síndromes, los hemos identificado en tres grupos.

Pobrecitos

El primer grupo, está compuesto por los que llamo Los pobrecitos que son aquellos desvalorizados que se colocan una postura de víctimas y se auto-reprochan. A su vez se observan cuatro clases.

1) Los nenes buenos: son aquellos que nunca adoptan posiciones, es decir, nunca pertenece a un bando porque se enfrentaría con otro que estaría en contra suyo y lo rechazaría. Es la característica de personas que no pertenece a ningún partido. Tampoco, por supuesto, toma decisiones que impliquen afectar a alguien.

2) Las pobres víctimas: son los que se instalan en el lugar del débil, los que se muestran impotentes, minusválidos y con esta posición obtienen reconocimiento y apoyo incondicional en el entorno.

3) Los culposos: Estos desvalorizados encuentran culpas por doquier, pero, además, como mucha gente es propensa y está deseosa de endilgarle culpas a los otros, en general, se rodean de personas que casi sádicamente les endosan su propia culpa. Por ende, son los chivos expiatorios de los grupos, aquellos desvalorizados en donde se concentran las tensiones y malestares grupales. Como proceso psicológico, a posteriori de la culpa llega la reparación. Y existen diversas formas de reparar, desde las más simples hasta las más flagelantes. Un culposo puede pedir disculpas (aunque el otro fuese el causante del malestar), detectar hábilmente lo que el otro necesita y ofrecérselo, dar afecto insistentemente, o llegar a autocastigos más lacerantes como realizar actos accidentógenos (peleas, choques automovilísticos, torceduras o caídas con las consecuentes fracturas, cortes, etc.), síntomas físicos (dolores de estómago, intestinos, gastroenteritis, úlcera, dolores de cabeza, espasmos, etc.), entre otros.

4) Los sumisos torturados: existe una raza de desvalorizados que adoptan una posición servilista y de gran sumisión en las relaciones humanas. Este grupo está compuesto por aquellos descalificados que hacen lo posible por complacer al otro, tanto que en esa complacencia son capaces de perder su dignidad. Es decir, pueden rebajarse a niveles subhumanos con tal de poder lograr cumplir el deseo del otro. Esta descripción, que parece tan denigrantemente elocuente, es una de las condiciones básicas en las que se involucran estos protagonistas. De postura genufléxica, encorvados en posición de plegaria, colocan su cuerpo por debajo de las alturas normales, de la misma manera que con sus actitudes.

Ayudadores

El segundo grupo, está compuesto por los Ayudadores, que son paradojalmente dadores del pedir. A su vez se observan cuatro clases.

1) Los Súperman y la Mujer maravilla: son los que siempre se hallan dispuestos a ayudar, son incondicionales, llevan una vida ordenada y casi ejemplar, no se preocupan por ellos mismos, sino que están pendiente del contexto. Prácticamente no tienen una vida propia, puesto que siempre se encuentran disponibles para los otros, ni siquiera pueden disfrutar ya que siempre están en riesgo de ser interrumpidos en pos de alguna misión.

2) Los Ambulancias y Bomberos: Maestros, mamás postizas, tíos queridos, padrinos, entre otros, son los roles que adoptan estos ayudadores. De esta manera, ejercen funciones nutricias que buscan solapadamente en cada acción del dar, el reconocimiento y valoración que llene ese vacío de autoestima.

3) Los “Siístas”: son los desvalorizados que tienen la misión de dar y dar para recibir la valoración y la calificación del entorno. Son aquellos que no pueden decir No, a ninguno de los requerimientos de los otros. Poseen una orden interna que obliga a decir que frente a las demandas de los demás. Siempre están atentos a lo que el otro necesita y cuando la necesidad se transforma en pedido, simplemente responden afirmativamente. El decir No, genera culpa, angustia, miedo a la soledad y una serie de sensaciones y fantasías de desprotección. El miedo al rechazo motiva que siempre la respuesta sea el .

4) Los Papá Noel: son los desvalorizados que tienden a regalar objetos materiales como forma de obtención de valoración. O sea, son personas que regalan desde dinero, ropa, objetos, joyas hasta electrodomésticos y departamentos, como una forma de manifestar el cariño hacia el otro, pero con la secreta expectativa de recibir aprobación de los destinatarios. En general, muchas de estas personas poseen dificultades en expresar sus afectos y emociones de manera llana y directa, utilizando el ¡Te quiero!, o abrazando. En cambio, estas Cenicientas prestan dinero a aquellos que necesitan completar el total para su auto, o tienen una conexión con algún agente de crédito en el banco para acelerar un préstamo, o aparecen de sorpresa con el electrodoméstico que precisaba el interlocutor en la inauguración de su departamento.

Perfectos

El tercer grupo, son los Perfectos, los que hacen más que todo bien, que está compuesto por dos clases.

1) El síndrome del Alumno ejemplar: son los hiper-exigentes que tratan de resaltar en los contextos en que interaccionan con la secreta expectativa de ser valorados por sus capacidades y recursos. Muchos de ellos, en su infancia, frente a padres demasiado involucrados en la conyugalidad de la pareja, o ausentes, o focalizados en actividades extra familia, o cuya atención se hallaba centralizada en alguno de los hermanos, necesitaron hiperexigirse cuestión de convertirse en niños sobreadaptados o súper correctos, obteniendo así algún resto de mirada de sus progenitores. Si midiéramos en términos de puntaje, es el típico ejemplo del vaso medio vacío o medio lleno. Si el máximo es 10 puntos, un exigente valora haber alcanzado un 7 u 8, mientras que el Alumno ejemplar se dedica a observar obsesivamente lo que faltó. De cara al mismo puntaje, señalará los dos o tres puntos que faltaron para llegar al diez.

2) Los Yotodolopuedo: son los omnipotentes que ni siquiera son conscientes de su nivel de desvalorización. Han creado un falso yo, que actúa bajo el patrón de ciertas características que demuestran estabilidad emocional y valimiento. ¿Quién podría afirmar que esta categoría de desvalorizados son desvalorizados?. Sin embargo, tratan de gustar a través de mostrarse perfectos.

Reflexión

Estos síndromes en las acciones no se presentan de manera pura, las particularidades de cada uno pueden aparecer articuladas entre sí. Todos estos intentos fallidos desembocan en obtener el resultado contrario al que se intenta encontrar. Razón por la que, lejos de adquirir mayor valorización y la consecuente leva de la autoestima, se socava aún más (y a niveles catastróficos) la percepción personal. En todos estos síndromes prima la dependencia. Para los diversos tipos de desvalorizados, los otros se convierten en surtidores de estima y son indispensables para a supervivencia.

Recordar: la autoestima hay que buscarla y encontrarla dentro de sí. Nos puede gustar que los demás no elogien, pero hay que estar lejos de depender de ello.

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