No cuidamos a nuestras joyas

Los jóvenes del Paraguay son sus joyas, su presente y futuro, y no los estamos cuidando. Las instituciones que fueron creadas para velar por la seguridad se pasaron al bando contrario y operan al servicio de las mafias.

Los jóvenes de Asunción y de la mayoría de las ciudades se trasladan hacia arroyos y ríos y perecen de manera absurda porque no existe ni siquiera un cartel que indique que esa “playa” no es apta para bañarse.

Otros grupos van a descubrir las alturas de los cerros en paseos de aventura y terminan sacrificando sus vidas al caer, sin que nadie les prohíba intentar deportes extremos sin preparación.

El reciente atentado en San Bernardino, el sitio top de los veraneantes encendió la alarma. La mafia de los narcos no solo arruina las vidas de los adictos y llevaron a la cuneta a connotados políticos. Ahora asesinan a mansalva en lugares públicos.

Nuestras autoridades no fueron elegidas para adornar sus hermosas oficinas, o usar sus lujosas camionetas. Deberían cumplir con su trabajo y el compromiso ante la sociedad.

Pero en vez de eso, se desayunan con la noticia, se sorprenden con el ya conocido polibandi. Y sin ruborizarse continúan campantes en una comedia trágica.

Es una vergüenza que los miles de funcionarios que son asalariados en los distintos ministerios no se ocupen de la seguridad desde distintos aspectos de la prevención.

Nuestros jóvenes, las joyas del Paraguay están en peligro constante: viajan en motocicletas sin casco, porque los encargados de evitarlo los dejan pasar.

Existe una responsabilidad personal, pero también existe un marco social que trazan los organismos, que tienen su razón de ser precisamente en anticiparse a lo que podría pasar.

Un Ministerio de Salud que no controla las ambulancias y el personal capacitado que debe estar en ellos, que no controla a los falsos médicos y odontólogos es una farsa.

Los ministerios tienen que dedicarles algunas neuronas a estos criterios que brindan estrategias para resguardar la seguridad. Tantos muertos por robos de celulares, por la portación de armas, y las autoridades engordando su inoperancia o sus bolsillos con las coimas.

Que hartos estamos de que nadie haga lo que tiene que hacer, y en el mundo del revés actúen a favor de los mafiosos criminales que instalan sus guerras, sacrificando lo más valioso que tenemos.

De luto, con lágrimas en los ojos, las familias de los secuestrados, asesinados pasan por el drama de vivir en un narcoestado. Un infierno que solo trae muerte y más miseria.

Y que lo digan los comerciantes y empresarios que apostaron por San Bernardino, que ven sus esfuerzos desmantelados por sucesos de horror.

¿Qué están esperando los que detentan el poder? Los estamos viendo, no hacen nada, mientras nuestras joyas, los jóvenes del Paraguay son asesinados.

¡Qué tristeza!

mirtha@abc.com.py

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