29 de marzo de 2024
El aparato estatal se distingue tanto por su corrupción como por su ineficiencia. Allí no solo se roba mucho, sino que también se dan muestras continuas de ineptitud y desidia, pues los méritos y las aptitudes del personal importan menos que el carnet partidario o el padrinazgo a la hora de nombrar a funcionarios. La inutilidad no es menos dañina que el latrocinio, y sus efectos suelen ser tan evidentes como las marañas de cables que cuelgan de los postes de la ANDE, sobre todo en el centro capitalino, a las que ya se ha venido considerando una parte natural del paisaje urbano.